Por: Eugenia
González y Lorenzo Díaz
Haciendo un recorrido por los pasillos del
recinto ferial de Milán uno busca diferentes niveles de lectura, la información
es abrumadora y la mente trata de clasificar para entender, descifrar y
decodificar lo encontrado. Una de nuestras inquietudes es encontrar las
tendencias que marcarán, por lo menos, los eventos de los próximos doce meses.
Son recurrentes las preguntas ¿Qué es lo que viene? ¿Para dónde van las cosas?
Este año, al contrario de lo que hemos
visto en los pasados dos años, hay una serie de paletas de color más evidentes,
digamos que un poco más arriesgadas y que parecen ser factor común entre los
diferentes jugadores presentes en los pabellones de Rho. Poco a poco, conforme
digeríamos mentalmente lo encontrado, fueron haciéndose más evidentes.
Los grises y “greshes” pasaron de ser la
paleta principal, a ser el fondo en dónde los demás colores se aplican.
Aparecen usos de paletas monocromáticas, espacios donde un mismo color es
aplicado en varias de sus tonalidades y gamas. Dominan el azul con sus acqua,
marino y Caribe, el verde, con sus variantes hoja, pasto y musgo el amarillo en
tonos mostaza y acentos étnicos y los rojos con fuertes acentos térreos y
ocres. Acompañan a los colores el cobre y el latón.
El color se hace evidente como la búsqueda
del condimento a la situación actual, hay que ponerle algo de sal y especies al
nubarrado panorama; algo de alegría al día ¡porque no!
En algunas de las aplicaciones vemos
colores que escapan hacia los pasteles, como para hacer más dulce el
acercamiento al color, otras mezclan entre sí los colores de la temporada y en
otros espacios el tono sube de intensidad para alzar la voz. Los colores son
esos, el volumen es al gusto del chef.
Fotografía:
Lorenzo Díaz
@lorenzodiaz
y @EugeniaGG
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