La Visual De... Civismo y educación
El seis de diciembre de 2018 se publicó en la Gaceta Oficial el decreto que cancelaba las disposiciones previstas en el Reglamento de Tránsito capitalino relacionadas con el uso de sistemas tecnológicos para el control vehicular, las Fotomultas quedaban sin efecto bajo el argumento de que en ellas residía una opacidad en el manejo de los recursos y su destino. La cifra de recaudación por tal concepto de 2016 a 2018, fue de tres mil 600 millones de pesos, de los cuales 46 por ciento se entregó a las dos empresas que instalaron los equipos (138 cámaras y radares), mientras que 54 por ciento, alrededor de mil 944 millones de pesos, se notificó ingresaron a la tesorería capitalina, pero no existe evidencia de cómo se usaron esos recursos.
Por Marcos Betanzos @MBetanzos
Con tales cifras se acusaba otro caso de corrupción de la administración de Miguel Ángel Mancera y con tal decreto se dio cumplimiento a una promesa de campaña realizada por Claudia Sheinbaum. Una muy popular pero decepcionante desde su planteamiento.
Si bien la cancelación de las Fotomultas es, en inicio un esfuerzo genuino de reducir la opacidad con lo que esas sanciones se manejaban, en manos de quien quedaban esos recursos y su destino, la solución que entró en vigor el pasado día 22, las Fotocívicas, tiene toda la apariencia de ser una estrategia mucho más laxa que pretende descargar en el compromiso cívico del ciudadano, el beneficio colectivo de circular por la ciudad de forma segura, vigilando la pirámide de movilidad. Según las autoridades, con esta nueva estrategia pretenden fomentar una plataforma de conciencia y educación cívica entre los ciudadanos y establecer una relación entre éstos y las autoridades, por lo cual ya no habrá sanciones económicas (con excepción del servicio público y personas morales) para los conductores de autos particulares que rebasen los límites de velocidad, invadan el área para bicicletas, hagan uso de un teléfono celular al conducir o den una vuelta prohibida, sino un sistema de pérdida de puntos en la placa del vehículo y trabajo comunitario para el propietario de la unidad.
Este sistema de puntos basado en 10 tiene como sanción máxima: horas de trabajo comunitario en centros educativos, actividades de limpia, balizamiento de calles, reforestación y la imposibilidad de verificar la unidad. Parece bien intencionado el programa; sin embargo, quedan diversos vacíos, uno importante es que “el programa está pensado para cambiar el comportamiento de quien conduce un vehículo, por lo que es responsabilidad del titular saber en manos de quién está su automóvil” ya que sólo el titular puede cumplir con las sanciones cívicas. Si el planteamiento del cambio de comportamiento en quien conduce es correcto, el fin, al sancionar al propietario que quizá no siempre sea el conductor, es impreciso.
Por eso, más allá del posible abuso administrativo de las fotomultas, algo no puede dejar de observarse porque ya era notorio al circular en la ciudad: los límites de velocidad se moderaron, se cambiaron hábitos al conducir y se hizo sentir nula tolerancia hacia quien quebrantara el reglamento de tránsito. Quizá los automovilistas no eran los más felices pero la sanción económica era bastante eficaz. ¿No existe forma de correr el riesgo de ser impopulares a los ojos de los automovilistas y continuar con sanciones económicas además de las sanciones cívicas para lograr una verdadera educación vial?
Una vez más parece ganar en la mesa, la cultura del automóvil y su dominio sobre los códigos de movilidad en la ciudad, se deja de lado la sensatez caminando por un límite mucho más elástico con un corte indudablemente clientelar. La protesta de quienes buscan desincentivar el uso del automóvil vuelve a surgir desde este tema, pasando por el de la verificación, el aumento de la circulación del parque vehicular, las contingencias ambientales, la mala calidad del aire y claro, la raquítica estrategia para fomentar mejoras en el transporte público. El gobierno de la Ciudad de México y la Secretaria de Movilidad ha optado sin pudor por consolidar más privilegios expandiendo la tolerancia, buscando un apoyo incondicional de un sector de la población ya privilegiada al circular por la ciudad, veremos sus consecuencias. Bajo otra óptica: esto es un claro voto de confianza por la acción cívica, ojalá la sorpresa sea grata, lo dudo mucho, nunca ha sido nuestro fuerte.
*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y profesor de cátedra en el Tecnológico de Monterrey Campus Santa Fe y CENTRO. Becario FONCA 2012-213, integrante de FUNDAMENTAL, taller de arquitectura, paisaje y urbanismo.
Fotografías cortesía de SEMOVI
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