La construcción originalmente formaba parte de una antigua casona de la época del porfiriato que, con el paso del tiempo se subdividió hasta contar con las dimensiones actuales con 165 metros cuadrados de superficie.
Con excepción de la fachada de estilo ecléctico en color
azul pastel, la paleta utilizada en el resto de la casa son tonos neutros y
crudos tanto en los pisos de pasta, como en los muros, las vigas y los
exteriores de cemento blanco y chukum. Se pretendía crear un espacio
fresco y tropical mediante el uso de vegetación, muebles y piezas de madera en
tonalidades naturales, donde el arte jugara un papel protagónico en el espacio.
La parte histórica de la casa consta de dos crujías de
techos altos que preservan sus vigas originales, albergando la sala y la cocina
e incorporando al diseño el tradicional piso
de pasta , mismo que es un elemento recurrente en todos los interiores de la
propiedad, tanto de la parte antigua como de la moderna.
En la sala destaca un papalote del artista oaxaqueño
Francisco Toledo y la pieza favorita de la propietaria, un jaguar anaranjado
proveniente de Izamal del artista Gabriel Pérez Rejón.
La cocina se integra al exterior por medio de un gran
ventanal de herrería que se conecta a la terraza y que forma parte de la
construcción nueva, respetando las proporciones de las alturas de las dos
primeras crujías, en esta parte se encuentra un medio baño y el área de lavado.
Dos antiguas banquetas de madera, anteriormente utilizadas
para amasar la masa para hacer tortillas, sirven como mesas centrales de la
sala exterior y que fueron obtenidas de una tienda local de antigüedades. Sobre
el sofá de colores crudos, resaltan por sus colores y patrones dos cojines
hechos de huipiles originarios de Zinacantán, Chiapas.
El pequeño patio central cuenta con una piscina de chukum
situada entre dos altos muros de concreto con textura de teja, creando un bello
contraste con los colores verdes de la vegetación.
Flanquean la cama dos lámparas colgantes de bejuco mismas
que crean un romántico juego de luces y sombras que empapan las superficies de
la recámara. Sobre la pared contraria una
colección de peines artesanales, principalmente oaxaqueños, descansan justo
sobre un antiguo tocador de madera.
Casa Cocol transmite una sensación de
tranquilidad y confort, mediante el uso de sus materiales, colores y texturas, resaltando
las piezas del arte popular mexicano obtenidos de diferentes rincones del país,
cada una con una historia por contar.
Fotografía: Tamara Uribe
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