De vuelta a la polarización, la sociedad civil comienza a agotar todos los instrumentos para revertir las consecuencias de una de las más sonadas y criticadas promesas de campaña del presidente electo del país. Su decisión, cobijada en una consulta instrumentada endeblemente, a todas luces cuestionable y con severos errores de método, parece que terminará por validar una decisión tomada de forma previa, una advertencia cumplida
Por Marcos Betanzos
@MBetanzos
Al desgaste prematuro de este tipo de instrumentos democráticos para tomar una decisión de trascendencia nacional se le suma el caudal de improvisaciones que parece llevar a flote al gobierno electo. También esa utilización a modo de fuentes, de referencias diplomáticas, de “estudios” y documentos que no hacen más que confeccionar una colección de intentos por legitimar tal decisión, quizá no sea necesaria tanta acrobacia pero le han tomado gusto.
Por otro lado, los promotores del proyecto, incluido el presidente Enrique Peña Nieto y los autores, se mantienen agazapados, escondidos, silentes. Permitiendo que voceros de poca monta o grupos empresariales salgan a la defensa de la faraónica obra, dejando de lado, ignorando la repulsión social que esto genera. La torpeza con la que buscan hoy comunicar los beneficios de la obra llega a destiempo, no hay ni estrategia de comunicación ni estructura de defensa, nunca imaginaron el escenario que los obligaría a explicar y reiterar sus argumentos y si lo hicieron alguien está deliberadamente interesado en ver el proyecto morir.
Queda claro algo: este debate y su desenlace no tiene nada que ver con la calidad de la obra arquitectónica en proceso, ni el talento probado de Sir Norman Foster o el de Fernando Romero en lo que sería su obra más trascendente hasta el momento, tampoco se trata de la viabilidad técnica, ni financiera o un proyecto mejor que lo sustituya, ni el urbanismo ni la arquitectura, ni el impacto ambiental ni el desarrollo de la ciudad son ejes relevantes de la discusión. El andamiaje de la razón ya no es el de los argumentos si no el de la capacidad de significar, el logro que supone la emisión de un mensaje contundente, el acuse del receptor y el medio para dejar como testigo las nuevas reglas del juego.
Lo que se hizo para defender Texcoco y para hacerla una obra emblemática y de primer mundo, ha sido insuficiente. Lo que se ha hecho para decir que Santa Lucia es opción, se ha hecho, todo mal, a los opositores de Texcoco les está ganado la soberbia. Pero algo es cierto: De continuar con la obra del NAICM a pesar de las irregularidades ya detectadas por la Auditoría Superior de la Federación en la Fase 1 de la construcción del aeropuerto en Texcoco por 328 millones de pesos, estaremos firmando un cheque en blanco para que la impunidad y la tranza sea el modus operandi hasta su término, el irresistible banquete para la ordeña millonaria.
Por otro lado, poner un freno, doloroso, costoso en el corto plazo y comprometer nuestra tan preocupante imagen ante el mundo, encenderá el motor de la polarización al inicio de un sexenio -cegado por un cambio drástico- que quizá no tenga manera de garantizar buenos resultados, pero si formas distintas de hacer lo que históricamente se ha hecho sin cuestionamiento alguno.
Al gobierno entrante debe quedarle claro que ya no es oposición, y a quienes ya han gobernado, nada mal les haría ubicarse y entender que ya no gobiernan, descubrirse como una oposición inteligente. Así, en este juego mientras unos se obsesionan con las conspiraciones de otros, ambas partes se vuelven indulgentes con sus propias torpezas. ¿Por qué siempre de lo que uno es / son los otros quienes tienen la culpa?
*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y profesor de cátedra en el Tecnológico de Monterrey Campus Santa Fe y CENTRO. Becario FONCA 2012-213, socio y fundador de FUNDAMENTAL, taller de arquitectura, paisaje y urbanismo.
La Visual De... Conspiraciones y torpezas
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