De Portada: Nuestro encuentro con el Convento Sainte Marie de la Tourette

Proyecto de Le Corbusier localizado en Eveux-sur-l´Arbresle —cerca de la ciudad de Lyon— en Francia, terminado en 1960. Considerado como una síntesis única de los logros del Movimiento Moderno, ha sido descrito por los expertos como una combinación de líneas puras, superficies brutalistas y excepcionales soluciones constructivas. Forma parte de los edificios seleccionados como patrimonio de la humanidad desde el 2016




Por Eugenia González @eugeniagg y Lorenzo Díaz @lorenzodiaz
Programar la visita a este lugar fue un proceso que gracias al correo electrónico fue muy ágil. En un par de mensajes quedó confirmada nuestra asistencia a la comida en el refectorio —muy puntual a las 13:30 horas—y posteriormente tendríamos tiempo de recorrer con un guía todo el espacio interior, para los exteriores nos dejarían libres.





El primer encuentro con el edificio es imponente ya que el contraste de la mole de concreto sobre el pastizal y el bosque que la rodea pinta un cuadro muy particular.




De camino al refectorio tuvimos el primer vistazo al recorrido interior y lo que más llamó nuestra atención fue la relación entre la luz y los espacios. El día no estaba particularmente soleado, pero tampoco completamente nublado, por lo que apreciamos diferentes intensidades lumínicas durante nuestra breve estancia.




La comida fue monacal sumergidos en un lugar con grata compañía que compensó la rigidez del protocolo. Revisamos con detalle el espacio desde nuestro asiento en la mesa y posteriormente lo recorrimos de esquina a esquina una vez que todos los comensales se retiraron y nuestra guía decidió darnos la libertad de recorrer sin su compañía los interiores del convento siguiendo una sencilla instrucción: si está cerrado con llave, no hay paso.




Comenzamos con la iglesia y disfrutamos de su monumental escala, así como del intenso drama de los claro oscuros, las delicadas entradas de luz en algunos muros y ventanas. La falta de elementos decorativos característicos del movimiento moderno le confiere una personalidad que se podría definir como austera, pero que en nuestra opinión, se desmiente con la inmensidad del colosal espacio que dista mucho de ser sencillo, pero definitivamente disciplinado y sobrio.




El edificio cierra su relación con las fachadas exteriores limitando el tamaño de las ventanas y se abre hacia el interior en lo que a nosotros nos pareció la correspondencia entre la congregación y visitantes —que la habitan de forma permanente y temporal respectivamente— con la arquitectura. La escala musical en las ventanas y el contraste de los pasillos hacen que el recorrido sea un continuo encuentro con deliciosas sorpresas en las que las dimensiones se relacionan directamente con el sentido del espacio.




El recorrido por el exterior también se llevó su tiempo y un largo rato de análisis entiendo los volúmenes, la relación de las columnas y los muros para formar todos los espacios que sentíamos que ya conocíamos a profundidad. Esperamos que las imágenes que seleccionamos para ilustrar esta somera reseña les enseñen todo lo que no hemos podido describir con palabras y sembrar en alguno de nuestros lectores el interés por hacer el viaje para conocer este fabuloso edificio.




































Fotografías cortesía de Lorenzo Díaz

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