Sobre el nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México
La espectacular presentación del nuevo
Aeropuerto de la Ciudad de México del pasado 3 de septiembre, produjo en lo
colectivo no poco asombro con el proyecto de Norman Foster y Fernando Romero,
muchas perspectivas y cierta “desopinión” desde la inopia informativa, que
pronto quedaría olvidada por la vorágine de textos, columnas, tuits o blogs
que, a su vez, construyeron con un mayor interés alguna opinión apuntalada
quizás por otras opiniones y sabidurías ajenas.
El pasado 31 de marzo asistí a una
conferencia en el Centro Asturiano de Polanco llamadaAlternativa Sustentable para el nuevo
Aeropuerto de la Ciudad de México con el
particular interés de conocer más sobre el polémico tema. Unas 200 personas
quizás, entre las que identifiqué a algunos -más bien pocos- colegas
arquitectos. La presentación estuvo a cargo de un panel (de expertos) integrado
por José Luis Luege Tamargo, ex director de la Comisión Nacional del Agua; Roberto
Eibenschutz Hartman, ex secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda del Distrito
Federal; Ulrich Hungsberg, experto en geo hidrología; y Miguel Ángel Vázquez
Saavedra, ex director del organismo Cuenca Aguas del Valle de México, todos ex
funcionarios de posiciones clave relacionadas con el tema del Lago de Texcoco.
Explicaron con vehemencia hundimientos,
capacidad de desagüe, factores de tormentas, lagunas de regulación adicionales
y una suma de motivos contundentes que presentaban a Texcoco como un error y a
Tizayuca como la alternativa conveniente –sustentable– para el nuevo
aeropuerto. Estaban allí algunos representantes ejidatarios de San Salvador
Atenco que reiteraban no saber nada de los planes para Texcoco…
Si bien los ponentes fueron convincentes,
intuí con escepticismo que habría que escuchar a los que apostarían por Texcoco
para emplazar el urgente nuevo aeropuerto y tomar alguna posición más precisa
(a pesar de reconocer altamente el proyecto Ciudad Futura de
Alberto Kalach y Teodoro González de León, o de estar convencido de la
necesidad imperante de la restauración hidráulica del Valle de México derivada
del ADN lacustre de nuestra ciudad).
Recomiendo el texto “Alternativas para el
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México”, del arquitecto Gustavo López
Padilla en el blog Navegando
la Arquitectura para no abundar en lo que pudo haber sido….
Saliendo de aquel evento, en un café encontré
providencialmente a un amigo que después del saludo y un intercambio breve me
hizo saber que ya había un concurso en marcha para el aeropuerto en Texcoco con
equipos de duplas nacionales-internacionales… señales de humo. ¿Por qué
secreto? ¿Es demasiado ingenua la pregunta? Después de un viaje relámpago a
Portugal el pasado mayo (aquel histórico encuentro con Álvaro Siza…) lo primero
que apareció en mi celular aterrizando en la Ciudad de México fue una imagen
del periódico Milenio con Norman Foster y Fernando Romero frente a su propuesta
para el aeropuerto… ¿Cómo sería posible si no había noticia o fallo de un
jurado? Allí estaban a finales de abril en un salón del hotel Camino Real, y
pensé en Álvaro Siza: “De haber sabido, ¿lo hubiera invitado? Mmhh, no sé, pero
es que la democracia… ¿madruguete mediático?”
Al poco tiempo se publicaron imágenes de la propuesta
de Enrique Norten con SOM en otros periódicos; muy raro y desafortunado ver
publicaciones antes de conocer la decisión del jurado del concurso… ¿o acaso
estaría previsto así? Más inopia informativa.
Aunque la opacidad y el hermetismo sean
estrategias recurrentes y “políticamente convenientes”, los concursos secretos
por invitación para obras públicas siempre serán cuestionables y cuestionados
sin importar la escala. ¿Quién invita? ¿cómo? ¿quién decide? ¿por qué? ¿cuáles
expertos? Pero de ello deberíamos convencernos tanto los arquitectos como
quienes convocan, acaso acompañados por un Colegio de Arquitectos que en este
caso ha sido cuestionado por su ausencia durante el aludido proceso.
En junio –ya conocidos los equipos
participantes invitados– en un evento de Escuelas de Arquitectura de la Red de
Universidades Anáhuac, tuve la suerte de preguntar a Bernardo Gómez-Pimienta
(quien hizo equipo con la gigantesca firma Gensler) sobre su participación. Con
gran amabilidad y discreción me compartió su experiencia: algo sobre el plan
maestro de la firma Arup, algo interesantísimo sobre los avances tecnológicos
en cuanto a sistemas de seguridad, algo sobre la longitud de las fachadas de su
proyecto que acataba la recomendación de Arup de emplazar dos terminales en vez
de una, y gracias a su descripción pude vislumbrar la magnitud y la ambición
del concurso, además de los impactos urbanos y económicos en cuanto a
infraestructura o desarrollo inmobiliario que representa una maniobra de esta
escala para cualquier ciudad, por supuesto.
No sería difícil creer que el proyecto de
Norman Foster con Fernando Romero –ganadores de la competencia– haya sido el
mejor (por definir “mejor”). Su propuesta con la terminal en forma de “X”,
llevada hasta el refinado diseño gráfico del logotipo de su presentación,
recuerda irremediablemente la estrategia que agotara Pedro Ramírez Vázquez en
varios proyectos que nos representaron en el extranjero, pero con semejante
producción y post-producción no deja de impresionar, aunque pueda quedar alguna
duda sobre la planta.
Si bien algunas de las mayores fortalezas de
la propuesta sean sus atributos sostenibles (¿en Texcoco?) y su proeza
estructural, coincido con muchas opiniones en que las referencias simbólicas
prehispánicas parecen forzadas y “a posteriori” (pensaría que eso ya era prueba
superada, pero a saber políticamente…) en una propuesta que culmina en un
escenario de bola de cristal previsto –en el formidable video publicado a los
cuatro vientos- para el año 2062. No recuerdo presentación de algún proyecto
arquitectónico con tal boato y sofisticación, volviendo al pasado 3 de
septiembre.
Por otra parte, amén de la gran inquietud y
el vértigo que provoca imaginar cómo podrán (las constructoras, eludiendo por
espacio los procesos de proyecto ejecutivo y de licitación de obra pública)
cumplir con la expectativa de calidad de obra a la que nos tiene acostumbrados
Lord Foster, correspondería externar una enhorabuena a los participantes y a
los ganadores del concurso; ello no podría hacerse con plenitud sin conocer
todas las propuestas participantes, todos los actores que intervinieron en el
proceso –quienes integraron el jurado de expertos, por ejemplo- y todas las
premisas con las que trabajaron. En ese tenor sería muy deseable, lo menos y
acaso ya previsto, una exposición de todos los trabajos presentados a concurso
que permitan a los futuros pasajeros conocer porque tendremos el mejor
aeropuerto del mundo.
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