Un espacio se puede disfrutar porque el diseño ha sido planeado; es decir, se han estudiado, analizado y pensado todas las posibilidades
Cuando inicia
un año nuevo, escuchamos hablar constantemente de nuevos comienzos, de nobles
propósitos: hacer deporte, iniciar una dieta, comenzar una rutina diaria, estudiar,
acercarnos más a nuestros amigos. Ciertamente, es un momento especial, pues
tenemos todo un año por delante en el cual podremos hacer lo que nos propongamos
si tenemos el valor y la intención de intentar algo nuevo.
Cualquier día
es bueno para hacer las cosas diferentes y de mejor manera, sin embargo, el principio
de un periodo, como el que inicia con el año nuevo, es una buena ocasión para
plantearnos cambiar.
Podemos reemplazar
muchos aspectos, pero uno muy importante es el diseño del lugar en el que
habitamos. Mejorar nuestros espacios nos ayudará a disfrutar más cada momento,
a ser más productivos, a sentirnos más cómodos, en definitiva a gozar la vida.
A lo largo de
mi quehacer profesional he tenido la oportunidad de visitar las casas de mucha
gente y he comprobado, con mucha satisfacción, cómo les cambia la vida cuando
se deciden a intervenir un espacio diseñando cuidadosamente hasta el último
rincón; casas con espacios maravillosos que realmente ayudan a una estancia
mucho más placentera y contribuyen enormemente a la convivencia.
También me ha
pasado lo contrario. A veces me sorprendo, al visitar alguna casa, la forma en
que viven: en un medio de contaminación visual muy triste; producen una
sensación de pesar y angustia. Existen hogares con tanto desorden y tan alta
saturación de objetos que, aún las obras de arte sean de gran calidad, no
lucen.
¿Qué es lo que
nos hace disfrutar o no de un espacio? ¿Cuándo un lugar nos producirá deleite y
goce al habitarlo?
La respuesta
es sencilla: un espacio se puede disfrutar porque el diseño ha sido planeado. Esto
quiere decir que se han estudiado, analizado y pensado todas las posibilidades
para hacer del sitio un ambiente agradable y cómodo; para ello, se ha recorrido
un largo y apasionante proceso creativo en el cual se plantea la mejor solución
posible para cada espacio.
Con este
antecedente, se comprende que el diseño no surge como una “disciplina”, nace
como un instrumento de algo más ambicioso: una revolución en los estilos de
vida.
Un espacio es diseñado
adecuadamente cuando se ha invertido tiempo para definir cada una de las
características que lo determinan. Una herramienta indispensable para llegar a
un buen diseño es, sin duda, la creatividad, entendida como una disposición de
la mente humana que, fundamentada en el conocimiento ya adquirido, aporta
situaciones novedosas al entorno. Es decir, el conocimiento adquirido y las experiencias
vividas se aplican para resolver, de una manera novedosa, el diseño de un
espacio.
En varias
ocasiones he escuchado, después de ver una pared pintarrajeada por un pequeño,
“mi hijo es verdaderamente muy creativo”; lo que en realidad demuestra el niño
es espontaneidad. La espontaneidad es un ingrediente importante para la
creatividad pero, de ninguna manera, es sinónimo.
Para ser
realmente creativos es necesario aportar nuevas ideas, pensamientos y
conceptos; o encontrar nuevas asociaciones entre ideas y conceptos conocidos que
sean capaces de ofrecer soluciones originales.
Estoy
convencida de que vale la pena atreverse a cambiar y mejorar los espacios que
utilizamos para vivir; para lograrlo necesitamos emplear la creatividad al
máximo.
Solos o en
compañía, cualquiera disfruta enormemente pasear en un bello entorno, con una
ambientación depurada y limpia. Imaginémonos recorriendo una hermosa calle en
París o en Nueva York, en la Colonia Roma del D.F. o en el centro de Oaxaca. ¿Qué
hace que el paseo sea memorable? Puede ser un conjunto de cosas: el clima, el
momento particular de nuestra vida, la soledad o la compañía… lo que es
indiscutible es que las calles que recorremos juegan un papel fundamental.
De igual
manera, transcurrir la vida diaria en espacios hermosos, bien diseñados, con
una lograda solución espacial donde funciona la disposición de las cosas, con
todo bellamente dispuesto y ordenado, es sin lugar a dudas una forma de mejorar
nuestra existencia. Esto nos permitirá disfrutar más de cada momento y nos
influirá en nuestra forma de ser, de comunicarnos y de relacionarnos con los
demás; mucho más de lo que nos podríamos imaginar.
“¿Qué sería de
la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?”
Vincent Van
Gogh.
¡Hasta la próxima!
Fotografías: cortesía Mariangel Coghlan
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