Ubicada en la ciudad de Cuernavaca, esta casa se diseña para transmitir un ambiente íntimo, cálido y sencillo que busca la belleza en la imperfección. Los materiales, arte y mobiliario son tratados para mantener su aspecto orgánico y natural, siendo todos producto de artesanos mexicanos.
La arquitectura se concibe por medio de dos volúmenes geométricos, uno
de mármol travertino y el otro de concreto, que se unen por medio de un puente
de acero. Ambos cuerpos contrastan en tono y generan sensaciones opuestas. El
travertino transmite calidez y luminosidad por el tono de la piedra natural en
contraste con el frío y sobrio concreto.
El remate visual de cada lado del puente, cuenta con dos círculos de
mármol con iluminación indirecta. Se utilizó un mármol negro con veta blanca
para contrastar con el fondo de concreto y un mármol gris con veta blanca para
hacer el contraste con el muro de travertino. Ambos círculos se concibieron
como piezas de arte que provienen de la propia naturaleza.
Para unificar ambos cuerpos y acentuar la doble altura se utilizaron
vigas de madera de nogal que visten el plafón y bajan por el muro,
convirtiéndose en libreros y muebles de almacenamiento que dan servicio a la
sala y comedor. A través de los procesos de manufactura artesanal, se lograron
piezas decorativas y de iluminación que muestran la belleza en la imperfección.
Las luminarias de cerámica con forma de hongos en el comedor fueron hechas a
mano por artesanos mexicanos y dieron como resultado piezas únicas e
irrepetibles en cuanto a su forma, geometría y color.
Las plumas y textiles de las recámaras también fueron elaboradas por
artesanos, utilizando distintos textiles, tintas y materiales orgánicos. Las 4 recamaras son diseñadas para ser sencillas y modestas, y le
transmiten al usuario un ambiente íntimo, cálido y tranquilo.
Fotografía: Ricardo de la Concha
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