Desde la primera edición de la Bienal de Arquitectura en 1980 estos edificios ha sido parte de los espacios expositivos de la muestra.
Se trata de un antiguo complejo industrial, las naves donde en algún momento
más de dos mil personas trabajaban para la industria naviera, esa que hizo de
la República Veneciana una enorme potencia comercial.
Son un escenario ideal,
antiguas construcciones que con sus materiales vernáculos logran un ambiente perfecto para la Bienal.
Por: Eugenia González @eugeniagg
La primera parte que se recorre, y tal vez la más grande, es
la nave de “le corderie”, el espacio donde se hacían las cuerdas para la
navegación, y se trata de un edifico de casi 500 metros de largo. La muestra
otorga los primeros lugares de este espacio a los invitados del curador, se
trata (como en el pabellón internacional en la sección de los jardines) de una
propuesta que busca ilustrar la visión del curador con el apoyo de un muy
variado grupo de colaboradores.
Este espacio considera propuestas que nacen de las diversas
posibilidades, hay propuestas que llegan de arquitectos o firmas
independientes, de escuelas o colectivos de arquitectura y de múltiples
asociaciones no gubernamentales. Sin duda la pregunta que fue el tema central
de la exposición no sólo fue acertada, si no que debido a la crisis sanitaria
se volvió inclusive visionaria.
Es sumamente alentador y muy formativo ver como entidades de
todo el planeta buscan contestar la pregunta ¿Cómo viviremos juntos? y las respuestas
no llegan en forma de “arquitectura” como tradicionalmente la consideramos si
no que se atreven a explorar todos los ámbitos del construir, habitar y convivir
entre humanos, incluso hubo cuestionamientos sobre cómo viviremos con nosotros mismos con el complejo ecosistema que es nuestro propio organismo.
Dentro del Arsenal se encuentran pabellones de un puñado de
naciones que no cuentan con un espacio fijo en los tradicionales “Jardines”.
Naciones más jóvenes o que llegaron al concierto internacional en fases más
tardías. Países más alejados al juego internacional que dio lugar en un
principio a las bienales de esta naturaleza. La mezcla de naciones es
heterogénea y por lo tanto las respuestas de cada nación contrastan
enormemente.
Hubo en esta ocasión, como en todas las ediciones, países
que buscaron seguir el hilo conductor propuesto por la curaduría y otros que,
por el contrario, ignoraron por completo lo planteado (o lo mal entendieron
lamentablemente) y recorrieron otros caminos.
Es precisamente en este espacio donde se presenta México que,
junto con otros países emergentes, enfrenta el enorme reto de proponer al
auditorio algo que atrape y aporte algo en este enorme conjunto de propuestas y
exploraciones.
Todo un día dedicado a la exploración de ideas, con una
tradicional pausa para degustar una buena pasta acompañada de un buen tinto que
aligera los pies para una excursión que cansa músculos y neuronas.
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