Proyecto ganador de la categoría Habitacional mayor de 150 m2 del XI Premio de Interiorismo Mexicano PRISMA.
Este proyecto respeta y
rescata los valores históricos de la arquitectura colonial yucateca,
combinándolos con detalles y volumetrías contemporáneas; y con las comodidades
de la vida actual, reinterpretando de forma pura y sobria, creando
diferentes atmósferas para relajarse, para convivir y para disfrutar de los
exteriores en el cálido clima peninsular.
Al
acceder al recibidor, nos da la bienvenida una antigua lámpara de hierro
fundido —muy común de observar en las casonas decimonónicas de la ciudad— que
cuelga de las vigas metálicas originales y que junto con las viguetillas de
madera en color blanco engalanan los altos techos de la residencia.
La
sala, en tonos pasteles, cuenta con mobiliario moderno y casual, integrando
vegetación y obras de arte, como un juguetón Timoteo en la mesa central y un
cuadro de Pedro Friedeberg sobre el sofá, coronando el espacio. El tapete de
mosaicos de pasta en color gris, son rodeados por un borde de piso en color
blanco antiguo que se une a la cocina y al comedor a través de tres antiguas
puertas coloniales que fueron reutilizadas, tal cual se encontraron,
conservando su carácter y su valor histórico.
El
comedor se conecta a la terraza por medio de un ventanal, generando una
sensación de amplitud y claridad donde las visuales se fugan hacia los
exteriores. Es en este último espacio
donde por medio de la decoración y el mobiliario, convergen las tres culturas
con las que se identifican los propietarios, la mesa, su centro de mesa, y el
tambor, fueron traídos desde Mozambique, así como los patrones en tela que
envuelven dos sillas Utrecht del diseñador y arquitecto neerlandés
Gerrit Rietvelt. Sobre el sofá descansa un cuadro del artista mexicano Fernando
Andriacci y del lado opuesto destaca como elemento decorativo una cabeza de
vaca adornada con cuentas del arte huichol y justo debajo una tradicional
bicicleta holandesa con los colores de la Prinsenvlag.
En
el patio central, una piscina de chukum rodea los vestigios en piedra de
una antigua estructura colonial donde un gran árbol de álamo genera con su
fronda un espectacular juego de luces y sombras, creando la atmósfera perfecta
para albergar una cocina al aire libre.
La
volumetría de la parte posterior de la propiedad se lee como un diseño
totalmente disruptivo con respecto a la parte histórica de la residencia en
donde los escalones al segundo nivel (donde se encuentran dos habitaciones y
una terraza) fungen como como eje visual y como elemento escultórico,
convirtiéndose en el sello distintivo de su arquitectura por su dinamismo.
El
“serpenteo” con el que inician las escaleras de Casa Houlpoch toma como
inspiración la milenaria escalinata del antiguo templo de Kukulkán
(Serpiente emplumada y dios en la mitología maya) en Chichén Itzá, donde
en cada equinoccio se puede observar como la deidad (formada por efectos de la
luz y la sombra que se genera), desciende desde la parte superior del templo.
Con
un diseño mucho más sencillo, la recámara principal en el primer nivel, cuenta
con una cabecera hecha de pisos de pasta sobre la cual descansa un cuadro de
Neon Caron. Las visuales desde la cama, se fugan hacia los exteriores gracias
al uso de ventanales en dos extremos opuestos del espacio, el primero con vista
a un jardín interior y el segundo que se oculta por completo en los muros, con
vista a la alberca y a los jardines tropicales.
Fotografía: Tamara Uribe
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