La Visual De… Hacer que pase

En medio de esta pandemia que trae consigo el Coronavirus (COVID-19), las redes sociales y la conversación pública tanto en medios de comunicación como de persona a persona— se han convertido en un nuevo escenario de batalla entre poseedores de la razón, la discusión infértil es el mejor pasatiempo para los indiferentes cotidianos. En la demostración de quién dice la verdad o quién sabe más de algo que realmente no sabe, comienza el pánico de sus habitantes, las consecuencias de la precipitación y nuestras ciudades desdibujadas, un poco fantasmales, quizá más reales, mostrando con autenticidad ese rostro que pocas veces nuestra realidad nos permitimos observar.

©Marcos Betanzos
Por Marcos Betanzos @MBetanzos
La estupidez colectiva respecto a un problema global inicia como siempre con humor al nivel de un meme, luego se consolida con argumentos y teorías de la conspiración, con nuestro escepticismo echamos abajo los (otros) datos. En ese lapso se ignora todo aquello que nos permite una reacción pertinente que favorezca el tomar las mejores decisiones para el futuro, para el largo plazo; mientras nuestra visión se acorta, nuestra preocupación recae en el papel higiénico, nuestras medidas de protección caen en lo ridículo y un aire denso de incertidumbre comienza a recorrer nuestras ciudades para darnos un retrato mucho más diverso e impuro de lo que somos.


©Marcos Betanzos


Hacemos nuestro papel de activistas, pero no podemos seguir indicaciones sencillas; convocamos a quedarnos en casa porque nuestro compromiso humano nos lo pide, pero asumiendo que todos pueden darse tal lujo, que nadie saldrá afectado porque la salud (la nuestra) es lo principal y no debe ponerse en riesgo. Sin embargo, se nos olvida que en el día a día, en el sostén y movimiento económico de esta ciudad miles de oficios –que son la mayoría- se dan así: sin la menor regulación sanitaria, sin algún tipo de protección laboral, sin ninguna medida de mitigación de riesgos, en absoluta informalidad y labilidad total.


©Marcos Betanzos


Los vulnerables lo son siempre y no solo en este tipo de sucesos, pero no lo vemos, cómo lo vamos a ver si pensamos que nuestra realidad es la realidad de todos, incluso la de aquellos a los que decirles “quédate en casa” representa mantenerse en el mismo lugar de la calle en la que permanecen día a día como sombras; en los que viven al día, los que su riqueza no les permitirá mantenerse cuatro o doce semanas sin laborar.


©Marcos Betanzos


En este retrato de ciudad medio apocalíptico y medio estridente, salen las voces más privilegiadas de la pirámide social a sentencia y generar responsables, señalan pues a los que deben trabajar a los que se transportan en metro o los que no pueden hacer otra cosa más que esforzarse por mantenerse vivos. Señalan también a un gobierno que, sobrepasado por su propio discurso recae en las ridículas creencias religiosas y del pensamiento mágico de un país con una población mayoritariamente creyente, devotos de la virgen de Guadalupe, asiduo usuarios de amuletos y al mismo tiempo científicos de alto nivel, analistas, y politólogos. También aparecen charlatanes con ínfulas de intelectuales que nos dicen: ¡yo tengo la cura, pero cuesta…y mucho!


©Marcos Betanzos


La ciudad nos dice mucho en este silencio que parece comenzar a incrementarse (tanto como el del cercano 9 de marzo), ver cómo se va paralizando plantea un buen momento de reflexión para entender por qué todos merecemos crear nuevas formas de convivencia y pacto social. Pero, sobre todo, poner el horizonte común mucho más lejos actuando razonablemente con esa perspectiva de futuro y no cortoplacista. Desde la arquitectura y el urbanismo ¿qué enseñanza, qué cambios suscitará esta pandemia en nuestras tipologías? La respuesta la construiremos todos más pronto o más tarde, pero llegará.

El filósofo Daniel Innerarity ha escrito que, “en una sociedad del conocimiento la sociedad en su conjunto puede ser más inteligente que cada uno de nosotros, pero también es cierto lo contrario: que todos juntos —la sociedad interdependiente, contagiosa— estemos siendo más torpes de lo que podemos serlo cada uno de nosotros personalmente”. Habrá que preguntarse cuál será el precio de nuestros contagios, cuáles serán las consecuencias de este suceso, cuál será el precio de que volvamos a vivir en esa indiferencia que nos da una armoniosa tranquilidad en nuestras múltiples vidas. Habrá que ver cómo logramos que esto pase o hacer que pase sin que sigamos siendo los mismos que antes fuimos.

*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y profesor de cátedra en el Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe y Estado de México. Becario FONCA 2012-2013, integrante de FUNDAMENTAL, taller de arquitectura, paisaje y urbanismo.

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