Un trabajo documental que rescata la cotidianidad de los residentes originarios del centro de la Ciudad Blanca.
El centro histórico de Mérida ha visto pasar bonanzas y
tristes crisis, lo cierto es que hoy vive momentos inciertos, de confusión y
sufre el fenómeno de la gentrificación de manera intensa.
La semana pasada que acudí a la presentación del libro Arraigo de la fotógrafa documental Bénédicte Desrus, como siempre que visito la capital yucateca, aprendí mucho sobre la evolución de la ciudad.
Más allá de los vaivenes causados en la ciudad por la llegada y caída del auge henequenero supe que una de las maldiciones que pesa sobre el centro es la declaración que en 1982 el gobierno federal hiciera al otorgar la Declaratoria como Zona de Monumentos Históricos. El dilema es su tamaño, estamos hablando que dicha declaratoria abarca la friolera de 652 manzanas. (el primer cuadro de Guadalajara lo comprenden 120 y el de la ciudad de México 668). Hablamos de una dimensión enorme para el tamaño de la cuidad que más que una bendición resultó un maleficio. ¿Cómo darle vida a tal cantidad de inmuebles con tal protección? Sobra decir que parte del abandono y decadencia del centro histórico de Mérida deriva de esta circunstancia.
Dicho lo anterior, y con ello en mente, regresamos al libro. La autora se dio a la tarea, durante dos años, de recorrer gran parte de esta zona. Tocando puerta por puerta buscaba conocer la vida detrás de esos anónimos zaguanes, entender cómo vive la gente que aún tiene su morada histórica ahí. Las anécdotas y el trabajo duro fueron muchas. Recopiló así el interior, fotografiando a sus residentes en las imágenes, de muchas casas. El libro reproduce sólo una selección de 61 casas.
Arraigo es la palabra que Bénédicte escogió para describir lo que el resultado representa. Se trata de un puñado de habitantes, con 75 años de edad promedio, que han decidido permanecer en el centro contra viento y marea. Orgullosos, acompañados de sus objetos y sus memorias, muestran los espacios que habitan.
El libro contiene escenas conmovedoras, llenas de cariño, cargadas de nostalgia. Se trata de un viaje entre la historia, la desesperación, la soledad e inclusive el desgaste material. Es al mismo tiempo un ejemplar ejercicio que muestra la fragilidad del habitar, la volátil del hogar y lo superflua que la acumulación de objetos termina siendo, incluido el patrimonio mismo de una casa.
No se trata de un libro de arquitectura o diseño como los que habitualmente reseño en este espacio, es mucho más profundo. Es un documento periodístico, de investigación, que profundiza sensiblemente en el habitar y los habitantes. Bene logra captar, como pocos, lo que la arquitectura significa para una palabra tan profunda como Arraigo. Es un libro conmovedor.
Arraigo
Bénédicte Desrus

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