Amaité por LEAP

Un zaguán contra el olvido.
Por: LEAP Laboratorio en Arquitectura Progresiva

Hay dos tipos de arquitectos: los que entienden el contexto… y los que no.

Mi abuelo me contaba cómo, de niño, jugaba en la banqueta de su casa en un pueblo de Los Altos de Jalisco. Su mamá y doña Cuca tejían y platicaban, mientras él jugaba con su perrito Bobi. Por esa calle pasaba la vida del pueblo: el panadero, el cartero, la gente de diario.

Hasta que un día, la pelota rodó hacia la calle. Bobi fue tras ella. Y la desvencijada camioneta de Don Agustín, el herrero, pasó justo entonces. Ahí terminó la historia del perro. Gritos, llanto… y un silencio que mi abuelo nunca olvidó.

“Si hubiéramos tenido un zaguán como el de los vecinos…” me dijo.

A los arquitectos nos encanta hablar del concepto, la forma, la luz. Pero muchas veces olvidamos lo más obvio: a quién servimos. Todos caemos, no lo negamos. Este texto, de hecho, busca un lugar en una Bienal. Lo sabemos.

Y sin embargo, este proyecto no se hizo para brillar en revistas, sino para servir. A un cliente que confió. A usuarios que hoy lo habitan.

Diseñamos un zaguán para cada vivienda. Un espacio para el juego, para trabajar en paz, para respirar entre lo público y lo íntimo. Una respuesta al encierro, no al de la pandemia… sino al que nos quedó después.

Un espacio inusual, útil. Que vende, sí. Pero sobre todo, que cuida.

Así es Amaité.

Fotografía: Julio Marínez





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