¿Qué pasó con mi Monterrey?
¡Me lo robaron en mis propias narices y no me di cuenta!Enrique Espino Barros.
Nosotros, escritores, pintores, escultores, arquitectos, apasionados amantes de la belleza de París, hasta ahora intacta, protestamos enérgicamente en nombre del gusto francés, con el cual no se ha contado, contra la erección, en pleno corazón de nuestra capital, de la inútil y monstruosa Torre Eiffel… Es la deshonra de París, no lo dudéis. Todos nuestros monumentos humillados, todas nuestras arquitecturas disminuidas hasta desparecer en este sueño estupefaciente...
Protesta de los artistas contra la torre de Monsieur Eiffel
Justo a la llegada de Porfirio Díaz al poder, y la posterior llegada de Bernardo Reyes a gobernar el estado de Nuevo León, la ciudad se convirtió en un verdadero imán para la inversión extranjera, por consiguiente, inició su expansión territorial y la construcción de nuevas arquitecturas que dieron servicio a las nuevas necesidades, lo que generó la llegada de profesionales de la arquitectura y la construcción que realizaron obras emblemáticas durante toda la primera mitad del S. XX. Gran cantidad de edificios civiles con lenguajes academicistas, art decó, stream line y de corte moderno fueron construidos en este periodo, configurando así una parte del paisaje urbano del Monterrey del S. XX.
Es así como el patrimonio construido regiomontano de la época virreinal es escaso; y lo que queda en pie está de una u otra forma, completa o medianamente, protegido, restaurado y, en algunos casos, con grandes intervenciones realizadas durante el siglo XX, intervenciones que forman parte importante de la configuración y la historia del edificio. En mayor medida la memoria arquitectónica de la ciudad es de finales del S. XIX y de la primera mitad del S. XX, y es precisamente este patrimonio el que se encuentra en total abandono, sobre todo, lo más preocupante es que no cuenta con reglas claras que fomenten su protección y peor aún, es tanto el desdén por esta arquitectura que la normativa urbana a lo largo de los últimos cincuenta años no lo han tomado en cuenta, lo que provoca que se genere hoy una serie de derechos adquiridos sobre estos inmuebles que lo ponen en gran riesgo de perderse para siempre por una normativa planteada como si el edificio fuera totalmente demolible y reemplazable. Es de esta manera que: fábricas, talleres, edificios de oficinas, edificios comerciales y residencias se han perdido y, los que aún están en pie, están expuestos a las leyes que dicta el mercado inmobiliario.
Hoy Monterrey, como muchas otras ciudades de México, vive un auge por la
construcción en altura, donde edificios de departamentos, de oficinas y de uso
mixto han empezado a cambiar el perfil urbano de la metrópoli. En los últimos diez
años, el centro de la ciudad ha reunido las características para que los
desarrolladores lo vean como una gran opción: una normativa con incentivos para
este tipo de inversiones (DOT), cercanía a toda el área metropolitana, una gran
cantidad de terrenos en abandono, programas de inversión gubernamental para
mejorar el espacio público, una anquilosada y obsoleta ley de protección al
patrimonio que pone en riesgo muchas edificaciones, entre otras cosas. Las
voces que defienden el patrimonio empiezan a levantarse, ya que el centro
inicia una transformación sin precedente en su escala urbana y la discusión
sobre qué respetar, cómo respetarlo y dónde sí edificar, se ha puesto sobre la
mesa.
Conocimos la discusión del París del Siglo XIX, desde la modificación de la traza urbana medieval de Georges-Eugène Haussmann para dar paso a la ciudad moderna hasta la discusión sobre si se debía o no edificar la torre Eiffel. Estas operaciones en la ciudad francesa nacieron de la imposición de quien tenía el poder de su lado. Hoy, ese París resultante, es bien aceptado, es modelo de ciudad para muchos y difícilmente alguien pudiera extrañar la traza medieval original o imaginar la ciudad sin la torre al pie del campo Marte.
Estamos viviendo una época mucho más compleja, en una ciudad totalmente distinta a la europea, el poder económico está ganando -como en París- y todos los días hay anuncios sobre edificaciones demolidas o muy mal intervenidas, y esto es en gran medida por que una parte de los involucrados no han sido escuchados, o peor aún, a muchos de los que defienden el patrimonio no les interesa escucharlos. Nuestro patrimonio del siglo XX es en su gran mayoría privado y con una serie de derechos adquiridos que sus dueños piensan explotar. El derecho a la propiedad es un bien privado, el derecho al uso, un bien público, por eso en sociedad definimos las normativas urbanas; el problema viene cuando se quiere obligar con “intangibles” al propietario de un bien inmueble histórico a intervenirlo en su interior al tiempo que se hace las siguientes preguntas: ¿Cómo que es patrimonio de la ciudad, si yo pago los impuestos y mantenimiento de este edificio? ¿Por qué me obligan a respetarlo por dentro, nadie lo va a ver a menos que yo les permita el acceso?
Y aquí es donde empieza el problema a agravarse, la ley de protección al patrimonio es una ley que criminaliza y no incentiva; la exención de impuestos que plantea no es suficiente para convencer a los propietarios de la protección de su inmueble y mucho menos a los desarrolladores que convencen al propietario de volverse socio del negocio que representará explotar el máximo potencial permitido por la ley de desarrollo urbano, esa ley que nunca ha tomado en cuenta el tema patrimonial y el desenlace es de todos conocido: el edificio, en el mejor de los casos, conserva su fachada adosada como imposición a una enorme torre de veinte o treinta pisos, o en el peor de los escenarios, desaparece.
La memoria de la ciudad es importante, nos da identidad, arraigo. Sin entender, ni conservar nuestro pasado, difícilmente sabremos trazar el camino hacia el futuro. Si lo queremos ver desde la visión mercantilista que siempre ha imperado en Monterrey, el orgullo por el pasado es una ventaja competitiva en estos tiempos, define a la ciudad como destino único y con personalidad propia para todo tipo de inversiones, con esto, el crecimiento tiene cierto éxito asegurado de una manera muy particular.
Propuesta
Es momento de dejar de simular que planeamos con base en intereses comunes, ya que ejecutamos conforme a individualidades. Una verdadera ley de patrimonio arquitectónico en Monterrey requiere pensarse desde la negociación entre todos los actores involucrados. La propuesta es la siguiente:
- El primer paso es unificar criterios y hacer un único y consensado catálogo de lo que es patrimonio arquitectónico en Monterrey, este debe definir qué edificios y ambientes urbanos son importantes para la memoria de la ciudad. Además, debe dejar claro si los interiores de cada edificio son tan importantes como para respetarlos completamente; si sólo ciertas partes tienen valor en la historia del edificio, o si pueden ser totalmente modificables, es decir, el sistema de catalogación no sólo enumera los edificios que tienen valor patrimonial, sino que también define los criterios de intervención de cada caso en particular.
- Una vez definido qué es patrimonio, los dueños de los inmuebles deben ser los primeros en involucrarse, tienen que saber que su edificio es importante para la historia de la ciudad y que este formará parte de un sistema de beneficios que le permitirá compartir con el gobierno el mantenimiento de su propiedad. Además, debe existir un programa para aquellos edificios que, por su importancia, sus interiores deban ser conservados totalmente a fin asegurar su salvaguarda; este programa permitirá que un fideicomiso adquiera la propiedad a valor mercado para que posteriormente pueda ofertarlos a interesados que los intervengan bajo reglas claras de respeto integral, pero con un proyecto que de nueva vida al edificio y sea reactivado con un nuevo uso que respete su interior.
- Posteriormente debe trabajarse una ley de patrimonio para la ciudad, derivada de la ley federal, que tome en cuenta la realidad de Monterrey. Que sea una ley de incentivos y no de castigos, el propietario de un inmueble con valor patrimonial debe recibir tal cantidad de apoyos que le sea atractivo conservar su edificio bajo las reglas marcadas en el sistema de catalogación. Además, esta ley de patrimonio debe estar en perfecta armonía con la ley de desarrollo urbano a fin de que esta última pueda marcar las excepciones de acuerdo con el tipo de edificio patrimonial o la cercanía con estos y como puede en la misma ciudad trasladar el potencial no usado en los ambientes patrimoniales. Para que los apoyos queden debidamente tipificados y legalizados deben estar mencionados en la ley de hacienda del estado a fin de que puedan quedar recursos etiquetados para este rubro.
- Debe haber un amplio programa de difusión de todo esto: desde el catálogo, el compromiso con los propietarios, los beneficios económicos de protección al patrimonio y las reglas urbanas que permitirán esta protección. Pero sobre todo formar un consejo de protección de patrimonio de la ciudad donde todos los actores involucrados, especialistas o no, se encarguen de la vigilancia de la aplicación de las nuevas reglas y que sean los que den a conocer cada trienio o sexenio, al gobernante en turno, todo detalle de esta ley y por qué debe respetarla.
Se tiene que tomar en cuenta que, para reactivar un edificio, incluso que tenga valor patrimonial, para que vuelva a habitarse, requiere necesariamente una adecuación contemporánea ya sea en cuanto a su funcionalidad o implementaciones tecnológicas; y esto debe hacerse dejando constancia de que la intervención fue hecha en este tiempo, dar cuenta de su momento histórico y logrando un adecuado diálogo entre el pasado y el presente. Cuando un edificio tenga que respetarse totalmente, porque su memoria así lo requiere, termina convirtiéndose en un elemento para ser contemplado desde una edificación contemporánea, y este no es el caso de ninguna edificación patrimonial en Monterrey.
Los que de una u otra forma trabajamos en proyectos que involucran un inmueble
patrimonial de propiedad privada y queremos lograr su protección, adecuando el
edificio con el debido respeto a sus elementos arquitectónicos originales que
lo definen, al modo de vivir contemporáneo, tenemos que lidiar con demasiadas
situaciones que hacen muy tortuoso el proceso y se corre el gran riesgo de que
el proyecto se venga para abajo y el edificio continúe en abandono. Una buena
legislación, adecuada a la realidad actual, allanaría el camino y permitirá que
lo que aún nos queda de patrimonio sobreviva y tenga una segunda oportunidad de
servir a la vida urbana de Monterrey.
No es muy agena a la situación que se vive en Chihuahua, se cuenta ya con una reforma de ley de protección al patrimonio y se está trabajando en el catálogo, tanto en Monterrey como en Chihuahua falta un largo caminó de sensibilización, es bueno saber que algo se hace al respecto.
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