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¿Hacia dónde dirigir lo sustentable?                                     

 
Por: Marcos Betanzos* @MBetanzos
Los días 3, 4, 5 y 6 de marzo se llevó a cabo la novena edición del “Congreso Internacional de Arquitectura con alta tecnología bioclimática y diseño sustentable” en el Auditorio Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Tuve la oportunidad de participar en el evento gracias a la invitación de su principal organizador, el Arq. Raúl Huitrón así como del Arq. Armando Carranco, desde aquí y en este espacio, envío un agradecimiento sincero por tal consideración la cual me permitió reflexionar sobre diversas posibilidades del tema de la sustentabilidad en nuestra disciplina.

Parte de mi abordaje ─ya que no soy ningún experto en el tema─ consistía en plantear la posibilidad de comprender hasta qué grado es viable o necesario posicionar la agenda de lo sustentable a un nivel más lejano y distante del estrictamente arquitectónico. Un punto de partida diferente, que nos indique cómo este tipo de conocimientos y de aplicaciones tecnológicas puede tener una relación directa con las personas y las ciudades donde se desarrolla su vida cotidiana. La línea de exploración de mi argumento requería plantear mi percepción sobre la manera en cómo los sistemas de certificación de edificios se han convertido en un check-list a modo, donde empresas e instituciones –sobre todo- han encontrado un punto a favor de la mercadotecnia en detrimento de la esencia verdadera del bajo impacto ambiental.

En otro sentido comenté que también parece un tema de poco interés en la práctica “verde” de la arquitectura, vigilar que en realidad sus estrategias se dirijan a resarcir el tejido urbano y social de las ciudades, no sólo a incrementar el número de gadgets que pueden ser instalados en una vivienda o un edificio. Puse de ejemplo la proliferación de muros verdes en la Ciudad de México, los cuales resultan productos ornamentales que demuestran la posibilidad máxima de un esquema de negocio atractivo y seductor para autoridades y propietarios ingenuos que encuentran en lo cosmético la escenografía perfecta para enviar un mensaje sin sustancia. ¿De algo sirven este tipo de accesorios a la ciudad, la hacen más sustentable?

Pienso inicialmente en el esfuerzo que ha costado permear al marco disciplinar de ciertos avances que intentan no sólo revertir el daño constante que la arquitectura deja a su paso sino cimentar una práctica futura cargada de más congruencia y responsabilidad holística, el congreso mencionado es una muestra de ello y del compromiso más serio que puede darse en una fase inicial. Por ello, creí oportuno plantear ahí la exigencia de hacerlo con eficacia y de mejor modo para que “lo sustentable” comience a desligarse de esa percepción de marketing edificable, exclusivo para un sector minúsculo y reducido que lo ha tomado como bandera para posicionarla en varias ocasiones como tema de moda: no sólo son arquitectos, inversionistas o desarrolladores, también son dependencias gubernamentales que parecen ya lucrar con este cúmulo de etiquetas que se confunde con facilidad con el concepto de responsabilidad social.



Se debe implementar desde las aulas que esto funcione y se enfoquen los esfuerzos hacia objetivos que están mucho más allá de la certificación y las medallas, esto con la finalidad de encontrar –si es posible- una verdadera filosofía para diseñar y construir acorde a los desafíos medioambientales pero también sociales, políticos y económicos que actualmente enfrentamos. Mientras no se vigile esto y no se comprenda que una comunidad sustentable no es aquella que presume de techos y muros verdes, calentadores solares y otros artefactos, mucho está perdido desde ahora. Tomando de referencia el trabajo de Erik Carranza y Sindy Martínez sobre la Mc-donalización de la vivienda, bastaría decir que Mc Donalds no es más saludable por incorporar en su Cajita Feliz la mitad de una manzana; sin embargo, algunos podrán creerlo.


En el campo de la arquitectura ya hay fracasos documentados, aquí un par: la fallida villa rural sustentable Emiliano Zapata, en el noroeste de Chiapas que se encuentra abandonada desde hace años y en fechas más recientes se puede mencionar el Centro Internacional de Convenciones de Los Cabos (CICC), creado en 2012 en modalidad fastrack por Fernando Romero para albergar la cumbre del G20, inaugurado y con una inversión de más de 1,200 millones de pesos que llevó a Felipe Calderón a presumir de sus flamantes muros verdes que, hoy ya no lo son tanto.

Hay mucho por hacer y este foro que poco a poco ha ido construyendo su historia sigue creciendo inteligentemente. Ya comienzan los preparativos de su décima edición que promete ser memorable. Ojalá de forma paralela a su realización poco a poco comiencen a ser visibles los resultados de esta apuesta que además de oportuna tiene en la comunidad estudiantil su principal motor de cambio.

Reiterado mi agradecimiento.
 

 

 
Fotografías:
Imagen 1: Muro en la calle de Isabel la católica, D.F.
Imagen 2: Mc-donalización de la vivienda cortesía de S.A. Anónima.
Imagen 3: El fracaso de las comunidades sustentables en Chiapas. Tomada de La jornada on line.
Imagen 4: Maqueta del CICC tomada de la página de FR-EE.
Imagen 5: Detalle del estado actual de los muros verdes del CICC.
 
 
Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista Domus México, América Central y el Caribe.



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