Por: Marcos Betanzos*
@MBetanzos
“Tal
vez haya quien pueda encontrar en el Museo Tamayo, por su escalonamiento,
afinidades con las construcciones piramidales de la cultura mexicana; puede ser
que sí, pero también existen pirámides en Egipto. Nunca me he preocupado por
analizar las influencias del pasado”. Abraham Zabludovsky (1924-2003)
En el año de 1981 los arquitectos Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, concluyeron la construcción del Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo, dentro del Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México.
En el año de 1981 los arquitectos Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, concluyeron la construcción del Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo, dentro del Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México.
El primero de ellos contaba
como anécdota memorable que, por tratarse de una obra para un hombre tan
respetado y querido por él (en referencia al maestro Rufino Tamayo), el
compromiso adquirido fue enorme en el desarrollo del proyecto y se tardaron
casi diez años para la aprobación final de la construcción.
Zabludovsky explicaba
también que este recinto cultural era “un ejemplo de la conciencia de la
integración con el contexto”: sumergido entre el bosque, la forma escalonada
reitera la intención de reducir su masividad e impacto visual, al tiempo que se
convierte en un hallazgo petrificado entre troncos y taludes verdes al que se
llega por dos senderos interesantes.
La historia de vida del edificio lo llevó a alcanzar un primer límite y se determinó que era necesaria su ampliación y remodelación. El despacho de González de León estaría a cargo de los trabajos a realizarse. ¿Podría estar en mejores manos? No lo creo.
Ya concluida la
intervención, el hoy renovado Rufino Tamayo cuenta por primera vez con una Sala
educativa, un Modulario (sala de consulta proyectada por Gustavo Lipkau), una
cafetería con terraza y nuevos espacios expositivos, así como áreas de servicios
adicionales. La esencia se ha mantenido y con ello se pretende incrementar un
30% la capacidad de atención; es decir, recibir 14,500 visitantes al año.
Pero más allá de las
proyecciones numéricas, cabe decir que el tiempo le vino bien a esta
arquitectura, envejeció con dignidad. Así, lo que se ha realizado es un trabajo
muy afortunado caracterizado por el respeto y la sutileza que exigía el origen
mismo del proyecto y sus cualidades geométricas o constructivas,
características fundamentales que permiten que las nuevas adiciones sean tenues
transiciones tanto en el interior como en el exterior.
A más de tres décadas
de vida, puede observarse que la frontera del tiempo y la obra construida en
dos fases ha quedado diluida por la mano precisa del trazo y la exigencia de
construir mimetizando. Renovarse satisfaciendo necesidades actuales, incluso
asomándose al futuro.
El museo está listo
para ser abierto al público este 26 de agosto, fecha en que cumpliría 113 años
el artista oaxaqueño. Con seis exposiciones –todas de gran interés-; sin embargo,
la obra deja pendiente una idea de Teodoro González de León, quien ha señalado
reiteradamente que “siempre la primera exposición de un museo debería ser el
museo mismo”. Y en eso estoy de acuerdo.
Fotografía:Marcos
Betanzos, 2012.
*Marcos
Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente.
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