The Shard, el nuevo horizonte de Londres



Por: Lorenzo Díaz  @lorenzodiaz
Los rascacielos siempre me han causado sentimientos encontrados. Nacidos recientemente en la historia de la arquitectura, han pasado a ser de símbolo de poder y ostentación a bandera de densificación y horizonte de ciudad de vanguardia.




 

Es cierto que, como sea, desde los primeros “grandes edificios” levantados por Louis Sullivan en Chicago y las primeras realidades que la invención de Otis hizo posible, hasta los ridículos intentos de Chinos y Árabes al justificar la viabilidad y sustentabilidad de estos proyectos, se ha vuelto una verdadera pesadilla. No hay vuelta de hoja, la mayoría de los rascacielos son injustificables desde el punto de vista ético.

Siempre he visto la ciudad como el cúmulo de muchos proyectos a lo largo de las décadas. Como el resultado de un crecimiento orgánico, en donde la ciudad ideal es planeada en su “DNA” y vivida en su cotidiana realidad. Es por eso que la creación de una ciudad vertical de 300 metros de golpe y porrazo me parece muy compleja y casi imposible.


Pero claro, existe Renzo Piano y está Londres… y para probar lo contrario está The Shard, el edificio más alto del continente europeo. No es sólo una torre sino un extraordinario complejo multiusos, en fase de conclusión, que me dejo boquiabierto.

El proyecto nació en Berlín en mayo del 2000 y tras 13 años se ha vuelto realidad. El resultado es una torre de 95 pisos sobre una estación de trenes, con espacio para oficinas, restaurantes de lujo, residencias y un hotel Shangri-La. Una verdadera ciudad vertical, se puede llegar en tren desde las afueras y jamás pisar una banqueta de la ciudad por días enteros.


La osadísima forma podría ser criticable a la distancia, una “astilla o “fragmento”, como su nombre lo dice, pareciera que desperdicia espacios, una forma aparentemente creada por capricho. Pero subestimar a Piano así sería demasiado fácil. Piano, uno de los padres de la arquitectura “Hi-Tech”, sin duda demuestra las décadas de maestría en cada detalle. La distribución de los usos da cabida a plantas tipo que aprovechan la luz natural al máximo, cada elemento de la máquina que en realidad es la fachada incluye una tecnología abrumadora.

La estación de London Bridge sobre la que se erige la torre es la más antigua de Londres, patria de las ferrovías. El conjunto integra todos los servicios de transporte público disponibles y se convierte en una ciudad vertical en la medida que se integra fluidamente con los suburbios así como con el corazón de Londres. El barrio entero se ha reinventado y el potencial de desarrollo multiplicado. La derrama urbana de beneficios a partir de una solución arquitectónica es evidente, como en muy pocos complejos verticales he visto.


Como simple peatón civil, como un vil transeúnte, reconocer la verdadera dimensión de la torre y su entorno no es del todo obvio. Sin duda el mirador (en el piso 72) permite internarse y escalar al monstruo que es esta máquina, y desde las alturas constatar que la nueva ciudad que ahí se propone domina una ciudad que fue la cuna de la revolución industrial y que sigue proponiendo maneras de hacer metrópoli.










Fotografía: Lorenzo Díaz 


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