Casa Caramelo. Vida cosmopolita en Chihuahua



Por: Arturo Emilio Escobar @Masterarki
El arquitecto Víctor González proyecta esta residencia como un curador de espacios, como todo un director de arte para reunir mobiliario internacional, arquitectura rigurosa, elementos histriónicos y detalles exquisitos.
En el ejercicio de la arquitectura, Víctor González camina por el sendero del equilibrio, matiza, como un artista del espacio, los requerimientos del proyecto, el entorno y estilo de vida de los usuarios para producir una obra única.

Edificada en un predio del Club Campestre de Chihuahua, La Casa Caramelo es habitada por una joven pareja, con gustos sofisticados, que viajan frecuentemente y admiran el arte, la moda y el mobiliario ecléctico. Una visión cosmopolita que se traslada al espacio para comunicar una vida rodeada de diseño internacional.
“La emoción es un sentimiento indispensable dentro de mis proyectos, tanto para el usuario como para el diseñador, los espacios y atmósferas deben transmitir elocuencia y alegría de vivir”, dice el arquitecto Víctor González.

El mobiliario y la decoración respiran un aroma hedonista, donde conviven piezas de Beverly Hills, Italia y Nueva York, con objetos de Birmania, muebles europeos, así como con obras de arte de México y Tailandia, donde el autor y el coleccionista comparten el culto a la expresión artística. 


El arquitecto Víctor González admira el arte clásico tanto como el minimalista, el folk regional como la cultura urbana de las grandes metrópolis. La innovación y la tecnología son dos de sus temas de estudio, pero también analiza las formas simples y bellas de la naturaleza, las ramas de los árboles, los paisajes abiertos, los nuevos materiales, las piezas industriales y la producción en serie.

“Comulgo con el arte minimal, pero no me defino así. Sus atmósferas me agradan porque las considero intensas en carácter y contenido formal, pero creo que, en cierta forma, ese estilo por sí solo está disociado a la manera en que vivimos los mexicanos”, menciona, “Difiero de los estilos que depuran las cosas importantes e imprescindibles en nuestro desarrollo cotidiano, como la oportunidad de detenerse a vivir el momento y la vida, en toda su expresión y colorido”.

Los espacios interiores son un reflejo de lo que somos y cómo vivimos, de nuestro carácter, anhelos, espíritu y esencia. Parafraseando a quien dice “somos lo que comemos”, también nuestro hábitat es la fotografía más fiel de nosotros mismos.  


“La figura del arquitecto interiorista cada día tiene más relevancia en México, se está disolviendo la etiqueta de decorador, que era muy limitada. Un arquitecto interiorista es un maestro en el manejo del espacio y la iluminación, un sommelier de las combinaciones y el sentido del color. También es un artesano de los materiales, un minucioso observador de las proporciones”.  

La calidad de vida tiene que ver directamente con la capacidad de disfrutar, por esos los espacios y los objetos deben aportar una emoción, un significado.
Hay elementos básicos que aportan de manera significativa en nuestra calidad de vida, el diseño es uno de ellos, un recurso vital para genera confort, seguridad, bienestar, alegría y estabilidad.

“En México tenemos una arquitectura de primer nivel y demasiados elementos valiosos: artesanías, textiles, muebles, arte, diseño, pero no hemos hecho lo suficiente para exponenciar estos elementos y adaptarlos a la vida moderna. Nos falta promover más la cultura del diseño, crear instancias e industria que la promuevan, incluso, como destino turístico”.






Fotografías: cortesía Víctor González

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