En plena revolución industrial Morris supo recuperar el
valor de las artes decorativas medievales y renacentistas, luchando así contra
el dominio insensato de las máquinas.
La Inglaterra Victoriana apostó por un dominio colonial y
creció implacablemente como resultado de la revolución industrial, aunque la
calidad de vida en promedio mejoró, la aparición de las grandes corporaciones y
las pobres jornadas laborales de los obreros, crearon nuevos contrastes
sociales que cambiaron drásticamente el entorno. Surgen con la revolución
industrial productos y servicios nunca antes imaginados y los artesanos pierden
rápidamente su lugar en la creación de los objetos que llenan los espacios del
día a día.