Viviendo hacia adentro, sin alterar más que el espacio físico de la construcción, la casa se inserta en la naturaleza, siendo la iluminación uno de los factores principales y aprovechando el clima del Bajío mexicano, los espacios se abren de punta a punta en un flujo continuo de espacio.
Ubicada en Amanali, Tepejí
del Río, Hidalgo, Casa Romero utiliza el paisaje como vínculo con el sitio y su
contexto. Uno de los objetivos del proyecto era anular los bordes
interior-exterior, disponiendo de ventilación cruzada y el uso de materiales
térmicos.
Siendo fundamental la
sensibilidad de los materiales para tener una arquitectura autóctona, se seleccionaron aquellos que son locales, sencillos y duraderos. Los materiales requeridos son de
extracción local concreto armado, block de cemento-arena, piedra de la región,
braza negra de la comarca, madera de pino y herrería. Un ejemplo es el elenco
del comedor principal en el sitio. La cimentación se realizó con la mampostería
que se encontró en la excavación, poder mantener la casa templada todo
el año entendiendo el lugar y sus orientaciones.
La selección mineral de
materiales fue concebida para lograr su buen envejecimiento y al mismo tiempo
minimizar el mantenimiento de la casa, logrando una paleta de materiales que
cambian en los lugares de la casa, hormigón, vidrio, madera y piedra.
El reto particular de esta
casa fue entender mejor el entorno, así como los
componentes distintivos de la zona donde empieza el bajío mexicano, que tiene
unos encantos y características que vale la pena analizar y
aplicar. Poder hacer un refugio literal para el clima y poder darle una
esencia honesta y divertida a la vez, dando la calidez que necesitan los usuarios en una segunda vivienda. El resultado es para vivirlo, si bien puede ser
fotogénico, éste refugio se vive.
Fotografía: Rafael Gamo
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