Hacia finales de los años treinta del siglo pasado México comenzó una acelerada industrialización; el uso del concreto en la arquitectura cambió la manera de hacer inmuebles y también de hacer ciudad.
Los avances técnicos de entonces permitieron que surgiera un buen número de fábricas de pintura que comenzaron a propagar la idea de que el color, ahora ya industrializado, era accesible para el común de la población que buscaba generar nuevos ambientes en su vida cotidiana.
Los colores industriales supusieron también una nueva gama cromática, entre la que se podía encontrar toda clase de colores, incluso metálicos y tornasoles, que dieron pie a un nuevo vocabulario visual que no sólo se reflejó en edificios e interiores, sino también en el trabajo de artistas como David Alfaro Siqueiros.
La tecnología promovió una nueva dimensión en cuestiones de colorimetría, en este sentido el color comenzó a percibirse como el sinónimo de una nueva etapa en el país: moderno, desarrollado y cosmopolita que respondía a las exigencias del orden mundial.
*Con información cortesía del MODO
Fotografía: cortesía de Círculo Cuadrado
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