Toma su nombre por los rostros de estuco que, entre las molduras decimonónicas custodian el patio central, así como por la historia de sus propietarios a través de los años.
La casa se
encuentra en uno de los barrios más antiguos de la ciudad de Mérida, el barrio
de San Cristóbal, siendo sus primeros pobladores los aliados del conquistador
Francisco de Montejo el Mozo, las tropas Mexicas y Tlaxcaltecas. Con el paso
del tiempo y con el crecimiento demográfico familias criollas se fueron
estableciendo en el barrio construyendo sus nuevas viviendas con mampostería de
piedra.
Como en la mayoría
de las casas coloniales del centro histórico de la capital yucateca, esta
casona sufrió diversas modificaciones en sus espacios, en sus fachadas y por
ende en su estilo. La arquitectura
colonial de la región se caracteriza por la simpleza de su ornamentación, sin embargo,
durante el Porfiriato y la época del oro verde (henequén) en Yucatán, muchas de
las residencias propiedad de los hacendados o familias de alto poder adquisitivo,
renovaron sus viviendas a la usanza europea, agregando detalles ricos en
ornamentos y molduras. Durante los trabajos de restauración se encontró una
antigua columna dórica de piedra labrada, que data de la época colonial y de
las primeras etapas constructivas de la vivienda contrastando en estilo con las
columnas corintias agregadas entre finales del siglo XIX y principios del XX.
El eje rector
del diseño fue el de realizar un trabajo de restauración integral, teniendo
como objetivo principal el de preservar el valor arquitectónico e histórico del
inmueble, liberando elementos los y conservando los originales, como las
puertas, las herrerías, los pisos de pasta, los estucos y las vigas de madera y
decauville que se encuentran por toda la propiedad.
La casona
cuenta con un esquema de patio central, con una antesala que precede a la
recámara principal, ésta última cuenta con un gran baño en tonalidades azules
donde una tina construida en sitio es contenida por un muro con recubrimiento
de mármol creando un bello remate visual en donde se reflejan los haces de luz
que entran desde la terraza por los cristales de las puertas originales estilo Art
Nouveau.
Además de la
recámara principal cuenta con dos habitaciones de huéspedes, cada una con su
propio baño y con vistas al jardín interior, mismo que al atravesarlo se llega
al salón y al antecomedor, el cual tiene una vista privilegiada hacia el patio
central y al posterior, esto se logra mediante el uso de dos ventanales de
herrería que replican el diseño de las puertas Art Nouveau de la propiedad.
Al pasar por
las puertas del antecomedor para acceder a la cocina nos recibe en un primer
plano la isla de cemento pulido y como remate visual la imponente campana
original en color rojo. Desde el interior se aprecia la piscina y a las
jardineras con recubrimiento de piedra, mismas que armonizan con el piso de los
patios y los peldaños de las escaleras que conducen al segundo nivel.
El volumen en
planta alta cuenta con un área de asoleaderos, una pequeña terraza techada y
una habitación con baño que funciona como estudio o den, donde un par de
puertas corredizas de herrería y con vitrales en tonalidades verdes, salpican
las paredes con sus reflejos.
Fotografía:
Tamara Uribe
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