Los jeques, emires y califas de los Emiratos Árabes observaron la similitud visual del polvo de sus desiertos y el brillo del oro.
Así, decidieron llevar el oro a sus costas para construir arquitectura fantástica con sus riquezas naturales: petróleo, gas, perlas, dátiles y demás, que se revelan en los oasis, oro al fin.
La
experiencia de la llegada a Dubai siguiendo la divisa “Fly Emirates” es
increíble al ver a cientos de aeronaves en sus andenes y pistas, Los
aeropuertos de Dubai y Abu Dhabi son el lujo espacial y sus
comodidades. Todo es grande, amplio, solvente. Los edificios de estas dos
ciudades parecieran estar en un certamen de olímpicas construcciones, uno a uno:
más
veloz, en su tiempo de edificación; más alto, retando llegar
a las nubes; más fuerte, luciendo un fastuoso repertorio de materiales. Todo
para lucir el poder conómico y la voluntad férrea de asistir y llegar al
protagonismo del oasis económico más lujoso.
El más
importante conjunto de oasis está en Al
Ain, la antigua capital, construida en pleno desierto: soledad, polvo y estrellas,
donde los antiguos jeques del desierto fundaron su poder y construyeron palacios
y fortalezas ante el colonialismo voraz europeo. Desde territorios de arenas no
muy lejanas, el legendario teniente inglés Lawrence vislumbró que la
incorporación de estos emires de kandora y keffi (túnica y turbante) al consorcio
económico mundial llegaría más temprano que tarde. Ahora son amos.
Lejos
de olvidar sus ancestrales tradiciones, se han ocupado de vivirlas en un mundo
nuevo. Ejemplo de ello son la importancia y divertimento de la especie camellar
y la cetrería.
Los jeques la practican con un cariño y dedicación a ultranza, criaderos con
especímenes de todo el planeta, con halcones silvestres, oriundos, improntados
(inseminación artificial), nacidos en su propio mundo y otros traídos de la
lejanía, les proveen la alegría de una cacería de otras aves para controlar la
demografía avícola; carreras de velocidad o exposición genética de estas
rapaces finamente adiestradas.
Sus
enseres y herramientas son de nueva acuñación, sin olvidar la tradición. Desde
lo elevado de sus minaretes, grandes magnavoces solicitan el respeto y la
confianza, es decir la promulgación de su fé. La Gran Mezquita de Abu
Dhabi ordena la red de construcciones a todo lo largo y ancho de arenas,
asfaltos y comunidades.
Lucen
la franquicia cultural más importante del Oriente Medio, que es el Gran
Museo de Louvre, diseñado por la inteligencia de Jean Nouvel, quien
supo interpretar la idosincracia, y el deambular del emiratí por su hábitat, es
decir: espacios cerrados para la observación de la vida de los objetos,
abriendo a cada tanto la visual para gozar de los infinitos horizontes del mar
y las dunas del desierto. Todo esto bajo una estructura monumental, de un
espacio universal representado por una red sideral de estrellas y geometría del
cosmos.
Vida
ejemplar de estos siete Emiratos Árabes Unidos bajo una
bandera y un deseo ya logrado de ser protagonistas de primer nivel en nuestro
entorno planetario.
Fotografía: Cortesía del autor
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