Adán
Lozano
Monterrey
tuvo un gran desarrollo económico en la segunda mitad del siglo XX, mismo que
estuvo siempre acompañado por arquitectura de gran calidad que desgraciadamente es anónima para el resto del país. Se conoce la obra de Pani, de la Mora, del
Moral y otros grandes arquitectos, que atraídos por esa bonanza económica
empezaron a producir proyectos de gran calidad tales como el condominio Acero,
la iglesia de la Purísima, el hospital de Ginecología y Obstetricia entre
otros. Pero la obra producida por los artífices locales, que es la gran
mayoría, no es conocida en México. En gran medida gracias a los mismos
arquitectos en ese tiempo consideraban casi un “pecado” profesional
promocionarse y darse a conocer. Quizás, sólo Oscar Bulnes supo sacar partido
de sus relaciones con los que escribían los libros sobre arquitectura mexicana
y hoy es el único conocido a nivel nacional de esa fructífera época para la
arquitectura de Monterrey.
Figuras
como Alfredo Noyola, Adán Lozano o José Ángel Camargo deben ser visibilizados
ya que quienes hoy participamos de la construcción de la ciudad, en la primera
mitad de este siglo, estamos en gran deuda con ellos. Abrieron camino para que
en la ciudad se aceptara una arquitectura de vanguardia, para que los
honorarios por diseñar fueran reconocidos, idearon un Monterrey que apenas empieza
a tomar forma.
Adán Lozano
En
los noventa, siendo yo aún estudiante universitario, fui invitado a una reunión
de un grupo llamado Espacio Común donde arquitectas, arquitectos y estudiantes
se reunían cada quince días a hablar de temas de interés para la ciudad, esto
sucedía en el museo MARCO que estaba recién inaugurado y facilitaban una
pequeña sala a lado de la cafetería. Al llegar a esta primera reunión me
recibió Ricardo Padilla que en ese entonces ya era un arquitecto reconocido en
la ciudad y me invitó sentarme adelante para escuchar una conferencia de un ya famoso
arquitecto de la ciudad: Adán Lozano. Acaso explicó cuatro o cinco proyectos, la
charla se tornó más interesante cuando terminó ya que la discusión se
centró en la ciudad y como la íbamos perdiendo.
Explicó como el nuevo eje vial
de la calle Pedro Martínez, que conectaría la avenida Garza Sada con Morones
Prieto dividiría a la colonia Nuevo Repueblo en dos y el ambiente de barrio
quedaría totalmente destrozado, de igual forma criticaba el paso a desnivel
para conectar Vasconcelos con Calzada del Valle en San Pedro por debajo de Gómez Morín y como llenaría de autos la calzada a tal grado que sería
intransitable de manera peatonal. En general cuestionaba el gran entusiasmo de
las autoridades por hacer pasos a desnivel y ejes viales ya que para él los
semáforos eran como reguladores del tráfico que permiten al peatón usar la
ciudad y tenga preferencia en ella, los autos debían mantenerse a velocidades
moderadas. En ese momento, estos cuestionamientos iban en contra de todo lo que
me estaban enseñando en mis clases de urbanismo y no entendía como un
arquitecto de fama local, que recién conocía, cuestionaba lo que me enseñaban
en la universidad. Al poco tiempo me di cuenta que tenía mucha razón en cada
punto descrito en esa ocasión.
Al
término de la sesión Ricardo invitaba a los asistentes a que pasáramos a un
café cercano en el barrio antiguo, el extinto café Paraíso, y ahí se continuaba
charlando del tema. Ese día decidí acompañarlos, aunque perdiera el camión de
regreso a casa y Adán abundó sobre los porqués de su obra, éramos menos de diez
personas y nos invitó a un recorrido el sábado siguiente por un par de ellas.
De inmediato me apunté, estaba ávido de saber más de este arquitecto que
hablaba con tal fascinación de su profesión y la ciudad, no había mejor
manera de conocerlo más a fondo que visitando su obra.
Se acordó ir al recién terminado
corporativo de Cemix y a una casa en la montaña llamada el Sosiego. Llegamos
puntuales al edificio en la colonia Los Doctores y nos recibió Adán junto con el dueño de la empresa, al llegar al vestíbulo exterior una gran
fuente echaba agua a borbotones y el ruido que causaba era fuerte pero muy
relajador, Adán nos señaló unos cables de alta tensión que pasaban encima de
nosotros y nos pidió alejarnos de la fuente: el ruido de los cables era
realmente insoportable, con el simple gesto de una fuente opacó esta mala
condición del sitio.
Luego
de conocer el pequeño edificio corporativo nos trasladamos a la casa el Sosiego,
una residencia ubicada en la parte alta de la colonia Olinalá. Un generoso
terreno lleno de árboles con impresionantes vistas a la ciudad fue el escenario
que nos recibió, al igual que en el edificio de oficinas los dueños saludaron a
Adán con mucha alegría y nos dieron carta abierta para recorrer la casa. De
nueva cuenta el agua llamó mi atención ya que desde el acceso de la calle una
“acequia” artificial marcaba el recorrido hacia la entrada de la casa. La casa
se entrelazaba con los árboles, con techos de teja y muros gruesos en color
terracota, era obvio que cada gesto estaba pensado para respetar la vegetación
existente y entrar en comunión con ella. El agua entraba al vestíbulo y
culminaba su recorrido en una gran vista hacia la ciudad con una pequeña
cascada interior. Al terminar de deambular por la casa nos invitaron a una
terraza que literalmente volaba sobre un acantilado y en ella seguimos
escuchando los relatos de Adán.
Adán
nació en Zuazua, Nuevo León, pequeño poblado al norte de Monterrey lleno de
arquitectura norestense de sillar, tierra y madera, casas que funcionan con la
lógica del clima del desierto para mantenerse habitables. Vivió poco ahí, pero
los suficiente para entender esos ambientes y ya en su vida de arquitecto
transformarlos a espacios para la vida contemporánea con la tecnología del
momento. Adán estudió arquitectura en el tecnológico de Monterrey graduándose
en 1958, escuela de la cual también fue profesor. Se inició en la construcción
de residencias habiendo muchas de esta primera etapa en Ciudad Victoria
Tamaulipas y en Monterrey, específicamente en la colonia Contry. Pero se dió a
conocer en la ciudad gracias al Sorteo TEC donde diseñó, en 1972, la primera
casa de diseño contemporáneo para este sorteo, cuenta con gran entusiasmo como
el director de venta de boletos se quejó del diseño de la casa diciendo que no
vendería boletos una residencia de ese estilo, Adán menciona que los boletos se
agotaron un mes antes por la enorme expectativa que había causado su llamativo proyecto.
Proyectó varias residencias para este sorteo todas de gran calidad, la última
en 1995, fue una fabulosa colaboración con el artista Sergio Galán.
Recuerdo
la celosía orgánica de yeso que te recibía en la casa de río Volga con un muro
de veneciano amarillo, casa que ganó el único premio de arquitectura que había
en la ciudad en ese momento, el premio Sembradores de la Amistad. Quizás su
época más interesante sea los ochenta, cuando diseñó la iglesia del Rosario en
la Colonia Roma con claras referencias a Ronchamp de Le Corbusier, pero al
mismo tiempo a la arquitectura de los templos del noreste y la agencia Chevrolet
del Río sobre la avenida Morones Prieto que buscó su propia esencia sin seguir
los estándares de la marca, esencia que tuvo tanto éxito que posteriormente se
convirtió en la imagen de la marca en todo el país.
Tuvo
gran actividad durante los noventa y la primera década de este siglo diseñando
y construyendo gran cantidad de obra residencial de una calidad asombrosa, de
una elegancia única y con una gran lógica para con el lugar y el tiempo en que
estaba construyendo. Su calidad humana y profesional es tal que podría ser una
especie de Andrés Casillas de la arquitectura regiomontana. Es de mucho mérito
el proyecto realizado junto con Agustín Landa para la plaza Breve Espacio en el
centro de Monterrey a un costado de la iglesia del Sagrado Corazón, un espacio
público que por años brindaba un respiro a los transeúntes de la zona con su
fuente de vidrio y sus gradas alrededor de la misma.
De
sus últimas obras, antes de retirarse, destaca la residencia el Santuario que
retoma muchos de los conceptos de la casa el Sosiego en cuanto a respeto a la
naturaleza, con su comedor flotado sobre el paisaje con vistas de 180 grados
hacia la ciudad y de una arquitectura limpia, sencilla de planos y volúmenes
que se posan sutilmente sobre el paisaje.
Hace unos días lo visité en su casa
para platicar con él y su esposa, batalló para reconocerme, lo hizo a
intervalos durante la visita, pero mientras platicábamos de sus proyectos
siempre recordó en todo momento detalles de sus obras, anécdotas de sus
clientes y eventos que marcaron nuestra ciudad durante la época en que ejerció
profesionalmente. Sirva este texto como un pequeño homenaje para él que nos
enseñó mucho a quienes hoy buscamos hacer de Monterrey una mejor ciudad a
través de nuestra obra.
*Agradezco la colaboración de mi amigo Mauricio Lozano, hijo de
Adán por facilitarnos la selección de imágenes que ilustran este texto.
Que bien que te tomaste el tiempo de recordar y escribir de Adán Lozano .....Recuerdo la platica del maestro, la visita a las obras y los detalles que describes.....Sin duda un gran Arquitecto, maestro sin proponérselo y sobre todo un gran ser humano..... Gracias por el texto.
ResponderEliminarGracias por sus comentarios
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