… la densidad es importante, pero como herramienta
para
conseguir un buen entorno urbano,
no es un fin en sí misma.
Juan Alayo
Por: Carlos Ortiz, Arquitecto
En
días pasado se presentaron dos iniciativas para modificar la Ley de
Asentamientos Humanos del Estado, donde una de ellas causó un gran revuelo ya
que proponía elevar la densidad de 250 viviendas por hectárea a 1000 viviendas
por hectárea. La propuesta apareció de pronto, con aires de salvadora de la
ciudad y correctora de todas la políticas erróneas anteriores; las voces en
contra no se hicieron esperar y la cantidad de análisis que surgieron después de
ella para indicar que no sólo es la densidad, aparecieron en todos los medios.
En 2017 el director Edwards Andrews escribió
junto a Eduardo Parra el guion para el corto de ciencia ficción Hecatomb, mismo
que dirigió el primero. La película está situada en las afueras de Monterrey y
la imagen con la que inicia es de un centro de Monterrey lleno de altísimos
rascacielos en un ambiente totalmente contaminado e irrespirable. Esa visión
cataclísmica de la ciudad donde los edificios altos son la representación del
apocalipsis se ha planteado en los últimos diez años y no es para menos; el
beneficio económico disfrazado de bondades a la ciudad siempre ha estado
presente en esas iniciativas por la simple razón que vienen de la vía unilateral,
de un sólo grupo de intereses y no del común.
La ciudad es un complejo y difícil sistema de
negociaciones, más una como Monterrey que nació prácticamente de intereses
económicos y mercantiles. La ciudad tiene tres etapas históricas urbanas con
geometrías arquitectónicas muy definidas. La primera es la ciudad norestense de
sillar y adobe con casas de uno o dos pisos máximo, ésta duró casi desde su
fundación hasta finales del siglo XIX. La segunda etapa inició en el siglo XX
con la construcción de los grandes palacios de cantera como el banco Mercantil o
el Palacio de Gobierno, y una gran cantidad de edificios civiles más elaborados
y arquitectónicamente complejos. Justo a mediados del siglo XX viene una
tercera etapa donde los edificios levantan altura, de corte moderno que van de
los 5 a los 20 niveles de los cuales quizás el más representativo es el
condominio acero obra de Mario Pani y Ramón la Madrid. Hasta aquí la ciudad
tenía un regularidad geométrica donde todas las escalas y etapas convivían, pero
inició el caos. El ambiente se fue perdiendo, la ciudad se extendió y el centro
se fue abandonando paulatinamente hasta tener sólo alrededor de 33 mil
habitantes cuando tiene una capacidad de más de 700 mil si todo fuera de siete
u ocho pisos.
Hoy
se unen muchos factores que vuelven a ver al centro como atractivo para
regresar y vivir en él y esta cuarta capa de ciudad se perfila como
extremadamente agresiva contra las otras tres por que es el mercado
inmobiliario quien empuja este “renacer” con todos los intereses de índole únicamente
mercantilista que esto implica. Aunado a esto las leyes de protección al
patrimonio son muy laxas y sumamente débiles, mismas que no están en sintonía
con las leyes urbanas que siguen considerando a la ciudad como un terreno
baldío donde nada está construido.
Ante
esta proyección de más de 7,000 departamentos en proceso los gobiernos han
empezado a invertir en peatonalizar calles, sembrar árboles, generar arbolado,
implementar infraestructura nueva, siendo todo esto totalmente gratis para los
desarrolladores. Pero en materia de movilidad estamos peor que en pañales, una
línea tres de metro que en realidad es dos y medio que tiene siete años en
construcción, una ecovía que no llega al centro y sin planes de BRTs en el
mismo y una inexistente red de ciclovías complementan el combo para que los
desarrolladores inunden de edificios de estacionamiento el centro “por que así
lo pide el mercado” y por que así lo permite la ley.
La clave para obtener entornos urbanos eficientes, de
calidad y que dan un gran servicio a sus habitantes está en saber conjugar bien
tres cosas: La densidad edificatoria, a un nivel suficiente para que
haya una mezcla de usos adecuada, distribuida sobre una red de
calles con buena conectividad, fachadas activas y pensadas para los
ciudadanos.
Porque la calle es el espacio público por excelencia
en la ciudad y sin buenas calles es imposible hacer una buena ciudad.
No
sólo es la densidad, de hecho en estas condiciones la alta densidad y el exceso
de CUS (llámese oficinas) van a llevar al centro al colapso. Lo que esta ciudad
requiere es pensar en conjunto, desde todos los actores y todos los intereses,
para que esta cuarta capa que estamos construyendo entre en sintonía con las
otras tres y sea de gran calidad para que realmente aporte calidad de vida a
quien habita o visita el centro. Un plan balanceado donde densidad de
construcción, densidad de vivienda, movilidad, diversidad de uso de suelo,
espacio público, patrimonio arquitectónico e infraestructura urbana no se
violenten unos con otros y logren un todo armónico y habitable.
El paradigma de
un barrio de la ciudad es o debe ser la posibilidad de experimentar
metafóricamente hablando todas las ciudades en una ciudad. Se debe celebrar la
vida. En todas estas acciones la escala de la intervención, parece la clave. La
sensibilidad y pluralidad del diseño, es la respuesta.
La vivienda es
inseparable del desarrollo urbano. Es el "tabique" fundamental del
gran edificio que es la ciudad. Hacer vivienda es hacer ciudad.
Félix Sánchez, arquitecto
¿Es
un error plantear de golpe el aumento de 250 viviendas por hectárea a 1000
viviendas por hectárea? Sí, ya que no se tiene todo lo demás bajo control se
corren grandes riesgos en la interpretación de lo que eso significa. La ciudad
debe ser un organismo vivo perfectamente controlado a fin de lograr el fin
último de esta pieza maravillosa del ingenio humano: calidad de vida a sus
habitantes.
Las
propuestas no deben ser unilaterales, deben ser consensuadas, de conjunto, con
todas las ideas y necesidades vertidas en ella para que tengan éxito deberán
contener lo siguiente:
1.-
Definir con detalle en que partes de la ciudad se puede densificar sin
violentar los derechos adquiridos por las zonas de vivienda unifamiliar o de
densidad media urbanamente sanas y activas.
2.-
Cambiar el CUS por densidad de vivienda en porcentajes adecuados a la cantidad
de población y necesidades reales del mercado, evitando la especulación. Esto
permitirá eliminar el exceso de estacionamiento y construcciones sin uso por
muchos años como sucede en los edificios de oficinas hoy construidos.
3.-
Definir las geometrías de la ciudad a partir de sus preexistencias, cuidando
con especial atención el patrimonio histórico y artístico edificado y las
adecuadas escalas de la ciudad en función de la mejor habitabilidad de cada zona
en específico.
4.-
Es obvio que hay derechos adquiridos, estos deben poder transferirse a zonas de
potencial desarrollo como las áreas industriales abandonadas inmersas en la
zona central de la ciudad.
5.-Todos
los aprovechamientos urbanos optativos deben generar una aportación del
desarrollador a la ciudad y esta aportación debe estar etiquetada para un
“fondo metropolitano de movilidad y conservación del patrimonio” donde
movilidad implica todo lo necesario para que el ser humano puede desplazarse
por la ciudad en cualesquier medio, priorizando la movilidad peatonal.
Sin
esto, toda propuesta esta destinada al fracaso y a cumplir con los intereses de
quien la propone, de nada sirve tener mil viviendas por hectárea si seguimos
teniendo una ciudad tan pinche como la que hoy habitamos.
Es mejor una buena ciudad que
una buena casa
Félix Claus, arquitecto
Fotografía:
1.- Entrada del corto de ciencia ficción HECATOMB
de Edward Andrews y Eduardo Parra, 2017
2.- Edificio de vivienda mixta principios del siglo
XX, Foto: Carlos Ortiz
3.- Edificio de vivienda mixta en los cuarentas,
Foto: Carlos Ortiz
4.- Edificio de vivienda mixta en los sesentas,
Foto Carlos Ortiz
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