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Por Marcos Betanzos @MBetanzos
El optimismo ha comenzado a menguar al ritmo de quienes buscan retomar la cotidianidad de la vida. Para la parálisis gubernamental y la burocracia de las autoridades se trata de sobreponerse con porras, dosis fe y mucha buena vibra, pero para quienes viven desde hace casi dos meses en la incertidumbre y el vacío, la vida ha cambiado, ya no puede retomar su cotidianidad. El vacío que se quedó no es sólo el de las pérdidas humanas, a esto -que ya es suficiente dolor- se añade el vacío que provoca la incertidumbre legal, económica o la imposibilidad de volver a casa.