Un proyecto que propone una reflexión sobre cómo habitar la ciudad desde la eficiencia, la calidad espacial y la integración con el entorno.
En el corazón de la Ciudad de México, este edificio residencial se plantea como una respuesta arquitectónica al reto del desarrollo urbano contemporáneo. En un contexto donde el suelo se vuelve cada vez más escaso y valioso, incluso los terrenos de dimensiones reducidas y proporciones inusuales adquieren protagonismo como oportunidades para densificar y revitalizar zonas centrales de la ciudad.
Con un frente de menos de ocho metros, el proyecto explora soluciones espaciales que maximizan la habitabilidad sin sacrificar calidad. Un generoso pozo de luz central permite que la iluminación natural se derrame hacia los interiores, ampliando visualmente cada departamento. La configuración vertical incluye un apartamento por nivel, con cinco unidades en total. El penthouse cuenta con un jardín privado en la azotea, mientras que una terraza común ofrece vistas amplias y abiertas hacia el paisaje urbano.
Los interiores se definen por una selección de materiales sobrios y elegantes: madera de nogal americano en puertas y mobiliario, muros encalados y herrajes cromados que aportan una atmósfera cálida y refinada. En contraste, las áreas comunes como la caja de escalera y las terrazas se construyen con materiales de carácter más robusto, como acero pintado de negro y bloques de hormigón rústico, generando una tensión visual entre lo doméstico y lo estructural.
La fachada, de lenguaje contemporáneo y minimalista, articula dos gestos complementarios: una celosía que filtra la luz y aporta privacidad, y balcones acristalados que abren los espacios hacia el exterior. Esta dualidad permite que el edificio se integre al tejido urbano con discreción, sin renunciar a una expresión arquitectónica clara.
Fotografía: Onnis Luque
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