Un refugio sensorial en el corazón de la ciudad, donde la arquitectura y la gastronomía mexicana se entrelazan con honestidad, calidez y belleza artesanal.
Este espacio nace como una celebración de lo colectivo: un lugar para reunirse, conectar y compartir momentos memorables. Desde su origen, la arquitectura y la gastronomía dialogan con armonía, encontrando en lo intangible una visión común: el respeto por el campo, la honestidad de los procesos, la humildad de la materia prima y la calidez que evoca el hogar.
La propuesta se aleja de ornamentos y pretensiones, apostando por una atmósfera de lujo silencioso, donde la calidad espacial y la coherencia estética se sienten más que se anuncian. Todo en él —materiales, mobiliario, arte y decoración— ha sido creado en México, resultado de una colaboración entre arquitectos, diseñadores, paisajistas, artesanos, cocineros, ceramistas, fotógrafos y artistas que comparten origen y sensibilidad.
El objetivo fue claro: ofrecer un refugio dentro del dinamismo de la ciudad, un oasis que invita a la pausa y al disfrute. La honestidad en los procesos se refleja en cada estación de trabajo, donde la preparación de los alimentos se vuelve parte del lenguaje arquitectónico.
El punto de partida fue la transformación de una casa existente, con un patio irregular y escasa luz natural. Desde la calle, un corredor flanqueado por vegetación y una pérgola de madera guía el recorrido hacia un vestíbulo que no sólo recibe, sino envuelve: música, aroma, arte y mobiliario se conjugan para ofrecer una bienvenida sensorial.
Las salas de acceso se integran a este corredor, donde entradas cenitales de luz natural y una propuesta de paisaje e interiorismo enriquecen la experiencia. El salón principal toma como referencia la casona mexicana, articulado en torno a un patio central que celebra la naturaleza cambiante y dialoga con la temporalidad de los ingredientes.
Este patio, contenido por rocas volcánicas, ventanas de herrería y un tejaban de barro, se convierte en el corazón del proyecto. Para captar la luz, se diseñaron cubiertas inclinadas en madera de pino que permiten su entrada suave y natural, iluminando los espacios con delicadeza.
La experiencia culmina en la terraza, antiguo patio posterior, donde la cocina abierta y la cocina humo se integran como protagonistas de una propuesta gastronómica que se degusta y se vive.
Fotografía: Luis Gallardo / LGM Studio + Arturo Arrieta
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