De Portada: Recorriendo la Fundación LVMH por Frank Ghery

Inaugurado recientemente este edificio se ha convertido desde ya en un hito imperdible en la Ciudad Luz



Por Lorenzo Díaz @lorenzodiaz y Eugenia González @EugeniaGG
Una ejecución impecable pone a este proyecto más allá de cualquier polémica. La recién inaugurada fundación da por concluido un proceso de más de diez años y abre las puertas a un público sediento de museos en una ciudad altamente competitiva en este ámbito. Algo es claro, este edificio pasa a ser inmediatamente de las grandes atracciones de la ciudad y es aquí donde Ghery se vuelve a llevar todo el mérito. Mucha tinta se ha usado en describir el fenómeno Bilbao, donde la modernización y cambio de la ciudad giró en torno al ya célebre edificio del arquitecto norteamericano, será difícil entonces decir que este nuevo espacio para el arte usa la misma fórmula ubicándose en una ciudad donde protagoniza la escena de la mano con museos de la altura del Louvre o de la trascendencia arquitectónica del Pompidou.

La metáfora del barco navegando es evidente, aún más evidente él, como Frank Ghery, evoluciona una obra a la vez. Resulta fácil trazar una línea continua y congruente en sus exploraciones que resultan en un perfeccionamiento de su praxis. Es como si se dijera a sí mismo “Ya logré el acero, ahora voy por el vidrio”, “quiero que la luz y el viento hagan ligero lo que ya parecía una nave” y así surge un enorme galeón en medio de bosque. No falta el detractor que dice que está fuera de contexto, ¿un barco en medio del bosque en medio de la ciudad? Y precisamente ahí la fantasía llevada al máximo, la imaginación hecha arte. La continua lucha entre contenedor y contenido que tanta polémica han desatado. ¿Debe un museo competir contra el arte que contiene? ¿Debe un museo buscar un protagonismo fantasioso creando espacios que son parte misma de la razón de ser del museo? Y la respuesta de Ghery es un SÍ contundente. 




Volúmenes francos, cubos apilados, espacios contendedores repartidos de forma caprichosa sin ejes aparentes, sirven de base a una serie de espectaculares estructuras de acero y madera, que hacen a la vez de mástiles a unas enormes velas de vidrio ondulante que no tienen más fin que crear espectáculo. Tres grandes recorridos definen la visita, el museístico que empieza en un muy generoso lobby y que lleva a las salas de exposición que ofrecen enormes espacios contemporáneos para muestras y que cuidan todos los estándares modernos para un museo. El segundo es “en cubierta” a lo largo de una serie de terrazas y pasarelas que recorren azoteas y espacios aledaños y que tiene como único fin, gozar y admirar las exóticas cubiertas. Un espectáculo único que recuerda a la vista a la Torre Eiffel, vacía de contenido cultural y llena de ingeniería. Y finalmente un recorrido alrededor de la nave que permite admirar la quilla del imaginario Barco.




Fuera de contexto, fantasioso, evolutivo, absolutamente bien ejecutado y congruente. Un edificio que hace historia en una ciudad llena de edificios históricos.































Fotografías por Lorenzo Díaz 


1 comentario:

  1. ¿Debe un museo competir contra el arte que contiene? ¿Debe un museo buscar un protagonismo fantasioso creando espacios que son parte misma de la razón de ser del museo? Como "to be or not to be"...ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre

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