Oro, polvo y estrellas


Los jeques, emires y califas de los Emiratos Árabes observaron la similitud visual del polvo de sus desiertos y el brillo del oro. 
Así, decidieron llevar el oro a sus costas para construir arquitectura fantástica con sus riquezas naturales: petróleo, gas, perlas, dátiles y demás, que se revelan en los oasis, oro al fin.
Por: Felipe Covarrubias

La experiencia de la llegada a Dubai siguiendo la divisa “Fly Emirates” es increíble al ver a cientos de aeronaves en sus andenes y pistas, Los aeropuertos de Dubai y Abu Dhabi son el lujo espacial y sus comodidades. Todo es grande, amplio, solvente. Los edificios de estas dos ciudades parecieran estar en un certamen de olímpicas construcciones, uno a uno: más veloz, en su tiempo de edificación; más alto, retando llegar a las nubes; más fuerte, luciendo un fastuoso repertorio de materiales. Todo para lucir el poder conómico y la voluntad férrea de asistir y llegar al protagonismo del oasis económico más lujoso.

El más importante conjunto de oasis está en Al Ain, la antigua capital, construida en pleno desierto: soledad, polvo y estrellas, donde los antiguos jeques del desierto fundaron su poder y construyeron palacios y fortalezas ante el colonialismo voraz europeo. Desde territorios de arenas no muy lejanas, el legendario teniente inglés Lawrence vislumbró que la incorporación de estos emires de kandora y keffi (túnica y turbante) al consorcio económico mundial llegaría más temprano que tarde. Ahora son amos.



Lejos de olvidar sus ancestrales tradiciones, se han ocupado de vivirlas en un mundo nuevo. Ejemplo de ello son la importancia y divertimento de la especie camellar y la cetrería. Los jeques la practican con un cariño y dedicación a ultranza, criaderos con especímenes de todo el planeta, con halcones silvestres, oriundos, improntados (inseminación artificial), nacidos en su propio mundo y otros traídos de la lejanía, les proveen la alegría de una cacería de otras aves para controlar la demografía avícola; carreras de velocidad o exposición genética de estas rapaces finamente adiestradas.

Sus enseres y herramientas son de nueva acuñación, sin olvidar la tradición. Desde lo elevado de sus minaretes, grandes magnavoces solicitan el respeto y la confianza, es decir la promulgación de su fé. La Gran Mezquita de Abu Dhabi ordena la red de construcciones a todo lo largo y ancho de arenas, asfaltos y comunidades.

Lucen la franquicia cultural más importante del Oriente Medio, que es el Gran Museo de Louvre, diseñado por la inteligencia de Jean Nouvel, quien supo interpretar la idosincracia, y el deambular del emiratí por su hábitat, es decir: espacios cerrados para la observación de la vida de los objetos, abriendo a cada tanto la visual para gozar de los infinitos horizontes del mar y las dunas del desierto. Todo esto bajo una estructura monumental, de un espacio universal representado por una red sideral de estrellas y geometría del cosmos.

Vida ejemplar de estos siete Emiratos Árabes Unidos bajo una bandera y un deseo ya logrado de ser protagonistas de primer nivel en nuestro entorno planetario.

Fotografía: Cortesía del autor






















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