Los sonidos del entorno


Por: Mariangel Coghlan  @CoghlanM
“Los distintos géneros musicales son, primordialmente, prácticas humanas que involucran a un creador o intérprete. Prácticas humanas que existen en un entorno específico; entorno que inevitablemente influye en la creación musical. Pero, de manera inversa, la música también transforma el entorno”, Dr. Gabriel Pliego.
 
Mi quehacer profesional consiste en transformar favorablemente el entorno en el que habitamos. Trabajo intensamente con la ilusión de contribuir a la configuración de un paisaje más humano, bello y esperanzador.

Creo en el valor del trabajo bien hecho, realizado con profesionalismo y dedicación; sin embargo, soy consciente de la importancia de realizar otras actividades paralelas que enriquecen nuestra vida personal, familiar y por supuesto también la profesional. Es por esto que la semana pasada asistí al noveno Festival Internacional Cedros-UP (FICUP), cuya temática general fue: “Los sonidos del entorno”.

 
 
El FICUP es un festival que tiene como misión incentivar y promover la educación musical a través del desarrollo didáctico de los profesores de música de México, con la visión de que los niños tengan un futuro más justo y feliz a través de la creación musical.

En esta edición se reflexionó sobre la grave responsabilidad que tenemos los seres humanos de preservar no sólo a nuestro medio natural, sino de conformar el paisaje sonoro que deseamos tener. En palabras del director del festival “Está en nosotros crear una orquestación sonora del mundo que sea acorde a la sociedad en la que queremos vivir, caracterizada por la justicia, la igualdad y la paz.”
 

A lo largo de más de 17 años he sido espectadora de cada uno de los distintos festivales que se han realizado. He tenido la oportunidad de vivirlos muy de cerca y apreciarlos desde una perspectiva privilegiada, pues el creador de este proyecto es el hombre del que estoy enamorada y tengo el honor de ser su esposa.

Conozco la dedicación, el compromiso, el entusiasmo y la ilusión con el que se prepara cada festival. He sido testigo de la influencia positiva que genera en cada uno de sus participantes, he disfrutado de innumerables conciertos con artistas de distintas nacionalidades, he tenido la oportunidad de convivir con grandes personalidades del mundo de la música y siempre he aprendido cosas nuevas.
 

Admiro profundamente la entrega de cada uno de los organizadores, de los participantes y disfruto enormemente los resultados, especialmente los conciertos que se presentan a lo largo de la semana que, en ocasiones, son más de cuatro por día.

Este año ha sido particularmente especial pues mis hijas mayores han participado más activamente que en años anteriores. Esto supone un doble compromiso: además de llevarlas a sus clases individuales y grupales, tenemos que estudiar diariamente su instrumento, llevarlas a los ensayos y asistir a los conciertos.

La mayor de ellas inició, por insistencia mía, tocando el violín cuando tenía tres años. Al pasar el tiempo y un par de conciertos, reconocí que la estaba presionando de más; en lugar de disfrutarlo lo estaba sufriendo, por lo que decidimos intentar otro instrumento, así empezó a tocar piano a los cinco. No puedo decir que ha sido fácil pues, a pesar de que tiene un maestro maravilloso, requiere del esfuerzo de toda la familia; tocar bien un instrumento demanda dedicación y compromiso por parte de todos.
 
 
La mamá o el papá, además de estar presente en la clase con su hijo, tiene que estudiar diariamente con él. Tengo que reconocer que esto ha sido complejo, pero puedo ver que el esfuerzo que hemos invertido ha sido recompensado al ver la cara de satisfacción y felicidad de mis hijas al hacer música.

Desde antes de que naciera mi segunda hija ya sabíamos que tocaría el chelo; empezó a jugar con él desde que era muy pequeñita, pero las clases formales las inició cuando tenía cuatro. A ella verdaderamente le fascina el instrumento y se toma muy en serio su papel de chelista. Ha disfrutado enormemente el festival y no cabía de emoción el día que fue su concierto de clausura.

Para mí ver a los niños felices, disfrutando de hacer o escuchar distintos géneros de música, es una de las experiencias más satisfactorias en la vida.



El impacto que ha tenido este festival en la vida de muchos estudiantes y sus familias es muy gratificante. He visto pasar a varias generaciones que han vivido el FICUP y he comprobado la influencia tan positiva que les ha dejado; algunos pocos ahora son músicos profesionales con gran prestigio y muchos otros son profesionistas exitosos que aún tocan un instrumento. Todos ellos son jóvenes de bien, gente que piensa en los demás y que lucha por ser día con día mejor.

Tener la oportunidad de asistir a un evento de esta envergadura sin duda nos llena de inspiración, energía, ilusión y esperanza. Es un claro ejemplo de que con trabajo y esfuerzo es posible contribuir en la transformación de nuestro entorno en uno mejor, lleno de música, pasión, paz y amor.

Cada vez que veo a Gabriel salir al escenario para tocar, para dirigir la orquesta o para decir algunas palabras, siento un enorme orgullo y una gran admiración. Es un visionario que ha puesto toda el alma para alcanzar sus sueños, que ha contribuido a transformar nuestro entorno sonoro por medio de la educación musical dejando una huella profunda e indeleble en muchos de nosotros. Gracias por llenar mi entorno de música y color.




¡Hasta la próxima!

Fotografías: cortesía Mariangel Coghlan

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