La Visual de...Los colegios de arquitectos: ausencias y apatías

Hace apenas tres meses, el arquitecto Pedro Núñez fue elegido como presidente del colegio de arquitectos de Michoacán, un organismo que con poco más de cincuenta años de vida, se encuentra conformado por no más de 200 arquitectos en activo

Por Marcos Betanzos @MBetanzos
Ese vacío de representación gremial ha sido motivo para que su hoy titular, cuestione desde el interior la forma en cómo el colegio debe renovarse y cubrir escenarios que han transformado el papel del arquitecto en la sociedad actual pero sobre todo, que el Colegio observe y forme parte sustancial de la toma de decisiones sobre la producción de arquitectura y su impacto a nuestras ciudades. Algo que desde hace mucho no sucede.


El caso de Michoacán no es único, es el común denominador entre los estados: impera un desinterés generalizado por parte de los arquitectos por formar parte de un equipo colegiado. No hay un objetivo claro que la figura de estas asociaciones gremiales cubran, en muchos de los casos la construcción de una agenda de trabajo se reduce al seguimiento y el incremento de la matrícula de colegiados pero sin un fin determinado. No se entiende bajo qué razones quien acaba de egresar o quien lleva muchos años de experiencia tenga que recurrir a su colegio de arquitectos, de este modo la figura de estas asociaciones no sólo es ornamental sino francamente cuestionable por su nula relevancia como articulador de la producción arquitectónica con sectores como la industria, gobierno, sociedad civil y la iniciativa privada.




El titular del colegio Michoacano, ha comenzado a debatir desde el interior, intentando que las barreras largamente construidas por décadas se rompan. Pedro Núñez, busca en muchos casos abrir las puertas del colegio para consolidar acciones claras de trabajo –en un tiempo demasiado corto- y también revertir esa imagen ornamental por un cuerpo activo donde las ideas, la actualización del conocimiento, la participación gremial y el cambio generacional de las voces activas sean ejes rectores de la revitalización de algo que parece nadar en la obsolescencia desde la instrumentación de su sistema de comunicación.




Así, el colegio abrió anoche en el corazón de Morelia una mesa de diálogo en torno a la pertinencia de estas figuras institucionales con el gremio y el oficio de la arquitectura. Las demandas, respuestas y argumentos han sido un verdadero escenario de confrontaciones donde lo que favorablemente se hace visible son los nichos de oportunidad que se tienen que concretar tomando como base las nuevas generaciones de egresados de esta carrera.

Si bien no todo reside en el impulso de la juventud es posible contemplar que la experiencia equilibra la función de un Colegio e incrementa el impacto de sus iniciativas. Antes, el gran enemigo a vencer no es el caso omiso de gobernantes, empresarios y el propio gremio hacia las iniciativas planteadas, la apatía parece ser el gran enemigo común, ahí ni jóvenes ni experimentados se distinguen: los foros como casi siempre son escenarios vacíos donde impera la exigencia de las oportunidades pero nunca la de compartir responsabilidades comunes.

Sabiendo que las comparaciones son odiosas, ¿no será oportunidad de observar cómo colegios de otras profesiones otorgan algo más que fiestas mexicanas a sus agremiados? El marco legal debe servir como respaldo en la representación del gremio, su peso es contundente. Mientras no sea así, cualquier colegio servirá como receptáculo de quejas y ya sabemos, en el mundo de las quejas lo que no es ley, es grilla.


Fotografías cortesía: Colegio de Arquitectos de Michoacán 


1 comentario:

  1. Muchas gracias por este apunte y reflexión, mi estimado amigo y colega. Muy buenos y contundentes los puntos. Comparto contigo la detección de ese hato de anti-virtudes al que haces referencia con tanto tino. Sigo, como tú, y como otros muchos, sin comprender un papel nítido de los Colegios. No sabemos, hasta ahora en muchos casos, cómo las ciudades suceden -con cantidad de terribles ideas-
    al margen de la existencia de los Colegios que agrupan agremiados que pagan cuotas para pertenecer. Casi el 100% de estos no tiene peso ni autoridad en las decisiones que, efectivamente, son producto de la grilla e intereses muy ajenos al control o siquiera conocimiento de los arquitectos, afiliados o no. Otros pocos arquitectos, de hecho, son a veces artífices de esos cambios que no son para nada razonables, actuando fuera de cualquier consideración o participación gremial. Bien ocupas "imagen ornamental", "vacíos", "apatía"...
    Es muy llamativa tu observación de las "noches mexicanas", puesto que de eventos se dan muchos en los salones de los colegios; la socialización es materia común entre arquitectos, ocasiones para contacto personalizado, la mayor parte de las veces. Verdad es que también se ofrecen (con descuento a derechohabientes) foros y seminarios dirigidos a la parte educativa o formativa, lo que en realidad se encuentra, con un enorme rango de oferta, en las escuelas de arquitectura a niveles muy altos. Hasta el día de hoy, por propia experiencia, en el CAM, he visto administraciones muy ajenas al sentir arquitectónico, muy apartadas de la comunidad, muy enfrascadas en apariencias, con una derrama imperceptible o simbólica hacia alumnos y profesionales y mucho menos hacia el ciudadano común que pueda emanar de este colegio. Puedo decir que no desconozco que gente valiosa ha dado, en calidad altruista, su tiempo, transmisión de conocimientos de incalculable valor y otras aportaciones, teniendo como plataforma, o más bien foro, al CAM. Sin embargo, ¿cuál es el objetivo de agruparse si la acción consensuada no opera ni logra objetivos superiores? Otra pregunta, ¿Qué punto de referencia es un colegio si no apalanca hacia los intereses reales y necesarios de lo que dice representar? Los arquitectos somos planificadores, técnicos, facilitadores de la mejor funcionalidad y congruencia de los objetos arquitectónicos y urbanos. Somos operarios de la calidad de vida y, en conjunto, debemos marcar la agenda de cómo hacer mejor un hábitat. Ahí hemos fallado colectivamente, heredando ciudades colapsadas. En lo individual hay grandes destacados, que han sido agremiados, pero que desde esa posición no han fincado sus reputaciones, sino más bien ha sido para ellos un nicho honorario. Tampoco son los colegios una bolsa de trabajo, pero debe prestar esta función. Siguiendo tu tema, ¿de qué puede quejarse uno en un colegio si estos no tienen atribuciones para canalizar algo? Si se trata de un club de personas más o menos dedicadas a la misma disciplina, eso es justo lo que es. De hecho, las cuotas son claramente una forma de inscripción. Yo no pertenezco a esos clubes, pero soy colega de miles de arquitectos. Muchos logran que sus proyectos prosperen totalmente fuera del ambiente de los colegios, porque esos lugares incubadoras no son, ni canteras tampoco. En 1905, los fundadores del CAM visualizaban una responsabilidad común respecto a la sociedad. No podría decir qué pasó después. En fin. Recibe un fuerte abrazo.

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