Los paisajes mutando



Por: Marcos Betanzos* @MBetanzos

“Hace algún tiempo que se ha encontrado en el paisaje un terreno adecuado para canalizar fructíferamente lo que queda de propositivo en la actualidad proyectual, y de hecho ya no hacemos propiamente arquitectura: construimos paisajes”. Roemer van Toorn


Los paisajes que hoy podemos ver deberían ser algo más que esos miles de m3 desplazándose mientras nosotros estamos detenidos en el tráfico. Deberían ser mucho más que esos vacios protegidos en medio de la ciudad para contener toda intención de invasión comercial, de protesta o de apropiación exenta de vínculos oficiales.

Ni dentro de la ciudad, ni fuera de ella; el espacio donde la convivencia y la diversidad existan sin necesidad de vigilancia, anuncios comerciales o vulgares recordatorios de nuestros límites con el poder -léase vallas o formaciones humanas de policías-, aún es utopía. Construir o reconstruir formas urbanas para una ciudad (cualquiera que sea) que ha perdido toda relación humana es pura ilusión.


El control siempre sale a flote. Quizá por nuestro particular tesón de celebrar con desfachatez el desacato y la grosería, quizá porque resulta incomodo ver cómo los espacios abiertos sirven para que las personas se encuentren en ellos, quizá por eso o quizá porque la reunión social aún provoca tanto escozor.

Lo cierto es que existe un ímpetu constante por resguardar “el orden” y en ese trance el paisaje permanece secuestrado de forma persistente, bajo manifestaciones aleatorias que persiguen el mismo fin: no acceder, no concentrarse, no provocar… Conservar, en todas las interpretaciones posibles y los campos de acción que puedan imaginarse.

La arquitectura entendida como paisaje de encuentro puede esperar si se piensa que para que ésta permanezca debemos ser vigilados en todo momento, entretenidos o dirigidos sin descanso. ¿Por qué no podemos contemplar el vacio y ser parte de él? 


Construimos Natuficios, sin cesar diría Eduardo Arroyo al referirse a los refuerzos de los sistemas de construcción y percepción del entorno y la ciudad; formaciones hibridas capaces de convertir, incluso su posible utilidad privada en pública y de recrear, al mismo tiempo, una memoria de la naturaleza por medio del artificio técnico.

La utilización del vacío se ha institucionalizado a tal grado que nos importa sólo las cosas que se disponen en el paisaje y nunca las relaciones que se dan entre ellas. No importa la escala, si el espacio es abierto o cerrado o si es verde. La idea del paisaje, tal como la pienso aquí es la metáfora del escenario-escena; observación, acción, figura y fondo.

Un elemento que desde hace mucho nos ha dejado de pertenecer gracias a que se privilegia la certidumbre, la determinación y la tematización de los lugares. Poco o nada queda para configurar a través de trayectorias e intercambios libres o aleatorios. Los paisajes están regulados y por ello, cada vez más parecen rutinas orquestadas para permanecer, actuar y conservar, siempre conservar. 





Fotografía: Marcos Betanzos

*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente. Becario del Programa Jóvenes Creadores 2012-2012, Diseño Arquitectónico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Temas

Archivo