
Sin embargo, a las 13:14 horas la situación fue real, la tierra se movió de tal manera que el pánico se apoderó de todos nosotros, las alarmas sísmicas sonaron y comenzó una larga noche de lamentos, lágrimas y tragedias que se sucedían una a otra sin tregua. En pocos minutos nuestra realidad se presentaba como una bofetada ante la cual no había forma de reaccionar. Caótica, cruda, desgarradora y confusa en las primeras horas, una gran coreografía humana hacía lo posible por ayudar, por organizarse intentando salir de la perplejidad y reaccionar ante una ciudad entre escombros y ruinas.