La casa se
compone de tres pabellones dispuestos cuidadosamente en una parcela larga y
estrecha. Se encuentran sembrados alternadamente uno tras otro, con el objetivo
de crear una secuencia de volúmenes y espacios sólidos-vacíos /
públicos-privados / abiertos-cerrados.
Concebidos como elementos prismáticos,
con la anchura mínima necesaria para permitir visuales libres entre ellos, la
estrategia de implantación de los pabellones permite que la brisa fluya
libremente a todo lo largo del recinto y de manera cruzada en todos los espacios, al
mismo tiempo que anticipa y reduce el impacto de las futuras construcciones
físicas en las parcelas vecinas en las dos colindancias largas. Adicional a lo
anterior, la disposición del conjunto permite por su parte maximizar y
experimentar de múltiples maneras las vistas hacia el mar en la colindancia
norte, así como hacia la laguna en la colindancia sur.
Por su parte, las
estrategias constructivas han sido conceptualizadas con el compromiso de
aportar valor de conservación al lugar. En consecuencia, los dos pabellones que
se encuentran frente al mar se levantan sobre pilotes de hormigón y detrás de
la segunda duna, minimizando el impacto de ambos recintos a su emplazamiento
natural.
En términos de percepción metafísica, el conjunto cuenta con una
azotea habitable en el pabellón
intermedio, cuyo remate es una pérgola suspendida en sólo dos apoyos. Dicha
azotea es un espacio-plataforma semicubierto y de relajación, que permite una
vista panorámica tanto hacia el mar como la laguna, creando vínculos de
conexión y conciencia con y hacia el lugar, promoviendo un sentido de respeto a
la naturaleza del sitio en particular.
Se eligieron
materiales de construcción naturales y locales (bambú, piedra caliza, madera
dura subtropical) en contraste con materiales comerciales industriales. El
estuco que cubre todas las paredes exteriores-interiores es un mortero de base
cemento con pigmento mineral estable, que los arquitectos desarrollaron con una
empresa cementera mexicana global. Esta mezcla de estuco tiene las propiedades
de color y resistencia requeridas a
largo plazo para evitar el uso de pintura para proteger las fachadas,
constituyendo una alternativa sustentable para reducir la necesidad de
mantenimiento en las duras condiciones climáticas de la costa de Yucatán.
Fotografía: Edmund
Sumner
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