Entre cordilleras

A veces, las formas necesitan más que ser una declaración estética; deben resonar con las leyes de la física, tal como los científicos del CERN intentan desvelar las estructuras fundamentales que sostienen nuestro mundo. De manera similar, en arquitectura, las estructuras más eficientes son aquellas que trabajan en armonía con las fuerzas naturales que las rodean.
Por: Luis Manuel Ochoa @luismanuel_ocha

El CERN (Centre Européen de Recherche Nucléaire), ubicado en Ginebra, en la frontera entre Suiza y Francia, no es sólo el hogar del colisionador de partículas más grande del mundo, sino también un espacio donde los científicos buscan entender las estructuras fundamentales del universo. Entre sus estudios más fascinantes está la teoría de la Lattice (red), que modela el espacio-tiempo como una malla discreta, ayudando a descomponer la complejidad del cosmos en nodos y conexiones. Aunque esto puede parecer remoto, curiosamente guarda paralelismos con el mundo de la arquitectura y la ingeniería estructural. Al igual que los físicos en el CERN intentan descubrir las fuerzas invisibles que sostienen la materia, personajes como Félix Candela y Heinz Isler emplearon principios estructurales fundamentales para construir formas que, aunque aparentemente simples, representan una optimización asombrosa de materiales y cargas.
 
Hace un mes, para finalizar el verano, realicé un viaje con mi familia por Suiza. Esta ruta nos llevó por las principales ciudades del país y los imponentes Alpes suizos. Uno de los momentos más memorables fue la subida al Glaciar de Zinal y las vistas al Matterhorn desde Zermatt, dos joyas alpinas en las que la grandeza de la naturaleza se impone sobre cualquier esfuerzo humano. El pretexto y objetivo final de este viaje era mi participación en el coloquio sobre estructuras laminares de concreto armado y la obra de Félix Candela, que se llevó a cabo en el marco de la exposición "Fonction, forme et élégance des coques en béton", presentada en el Pavillon Sicli, obra de Heinz Isler en Ginebra.
 
La exposición era un acontecimiento muy esperado por expertos y aficionados “cascaroneros”. Aunque gran parte del legado arquitectónico de Candela es bien conocido en el ámbito internacional, el Pavillon Sicli, un espacio diseñado por Isler, resultó ser el lugar ideal para poner en valor el trabajo de Candela en Suiza. La muestra ofreció una perspectiva renovada y detallada de su obra, gracias a un minucioso trabajo de investigación y restauración liderado por el Dr. Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes y el equipo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Uno de los aspectos más notables fue la decisión de rehacer las maquetas para la exposición. Este proceso permitió presentar modelos actualizados que destacan la precisión geométrica y la belleza técnica de las estructuras laminares. Este esfuerzo, acompañado de fotografías, dibujos y planos de cada proyecto, ofreció una visión fresca y rigurosa de las más de veinte obras emblemáticas diseñadas por Candela que se presentaron en Ginebra.
 


Otro aspecto destacado de la exposición fue la colaboración con Cemex, la empresa mexicana que participó activamente en el evento. El equipo suizo de Cemex desarrolló un prototipo de cascarón como homenaje a la obra de Candela. Además, Cemex organizó una comitiva de destacados arquitectos e ingenieros mexicanos, quienes asistieron tanto a la inauguración como al coloquio. La embajadora de México en Suiza también estuvo presente, subrayando el impacto cultural y diplomático del evento. La inauguración superó las expectativas, recibiendo a casi 500 asistentes del sector de la cultura arquitectónica suiza, lo que subraya la relevancia y vigencia de la obra de Candela en el panorama contemporáneo.
 
El coloquio se estructuró en tres bloques temáticos. Comenzó con el bloque “The Legacy of Félix Candela”, que incluyó una profunda reflexión de Juan Ignacio del Cueto sobre la figura de Candela. Eduardo Lima abordó el impacto de Candela en la arquitectura industrial de México; Leonardo Figueroa exploró las estaciones proyectadas para el Metro de la Ciudad de México; y Andrés López compartió los esfuerzos de restauración de una de las obras más emblemáticas de Candela, el Restaurante Los Manantiales en Xochimilco. En el segundo bloque, “The Production of an Exhibition”, moderado por Marisela Mendoza, se discutieron los aspectos detrás de la organización de la exposición.

Las presentaciones de Valeria Méndez y Marcos Ontiveros sobre la enseñanza lúdica de la filosofía estructural de Candela destacaron cómo los principios del arquitecto se transmiten a través de medios pedagógicos innovadores. Además, Moisés Escárcega y Daniel Romero presentaron un interesante registro del proceso de impresión 3D utilizado para producir las maquetas de la exposición. Uno de los momentos más destacados del tercer bloque, “The International Impact of Candela”, fue la intervención de Giulia Boller de ETH-Zurich, quien conectó la obra de Candela con la de Heinz Isler, resaltando el diálogo entre ambas figuras en el Pavillon Sicli. En mi intervención, hablé de una investigación en curso sobre una obra muy particular en Bilbao y de cómo las cáscaras de concreto de Candela fueron adoptadas por los arquitectos de Guadalajara. El coloquio fue una oportunidad para volver a conectar con colegas de otras instituciones, consolidando y ampliando el grupo “cascaronero”.



El Pavillon Sicli, el escenario de fondo de estas actividades, es un testimonio del enfoque único de Isler hacia las estructuras laminares, caracterizado por su búsqueda de formas más fluidas y orgánicas. Isler se especializó en tres tipos principales de cáscaras: las superficies colgadas, las membranas infladas y las cáscaras de doble curvatura, todas inspiradas en formas naturales como burbujas o telas colgantes. A diferencia de Candela, quien optimizaba la geometría para maximizar la eficiencia estructural, Isler se centraba en crear formas que respondieran directamente a las tensiones internas del material, logrando una fusión entre técnica y naturaleza que definió su carrera. Al igual que las formaciones montañosas alpinas, con sus picos agudos, valles profundos y glaciares, cuyas formas responden a las fuerzas internas de la Tierra, las estructuras de Isler también emergen de una respuesta directa a las tensiones naturales del concreto. En ambos casos, la forma no es arbitraria, sino el resultado de un delicado equilibrio entre la elegancia y la eficiencia propias de las estructuras por forma.
 
En mi trayecto hacia Ginebra, hice una parada en Lausana para conocer el Rolex Learning Center diseñado por el estudio SANAA, que en muchos sentidos evoca los cascarones de Candela e Isler. A primera vista, la fluidez de su forma lo convierte en una obra visualmente llamativa; el edificio parece flotar sobre el terreno, con ondulaciones que reflejan una continuidad espacial entre el interior y el exterior. El concepto de un cascarón habitable es sin duda interesante, pero en mi opinión, la idea de extruir el plano para alojar los espacios del programa resulta, en algunos casos, más un gesto estético que una necesidad estructural. Al analizarlo más a fondo, algunos detalles del edificio no están a la altura de lo que se esperaría de una obra del prestigioso estudio japonés: las uniones de las escaleras de servicio, las soluciones de ventanería y los equipos mecánicos no están bien logrados, lo que evidencia una desconexión entre la idea formal y la ejecución constructiva.



Al recorrer el edificio, me surgió una distinción fundamental entre este proyecto y las obras de Félix Candela y Heinz Isler. El Rolex Learning Center, aunque impactante, cae en lo que podría considerarse una exageración formal. En contraposición, tanto Candela como Isler, aunque sus obras pueden parecer caprichosas o espectaculares a simple vista, hacen que cada curva y detalle constructivo parezcan inevitables, nacidos de una lógica estructural rigurosa que responde tanto a la eficiencia como a la estética. La estructura es la forma, y la forma es la estructura.
 
Antes de terminar el recorrido por Suiza, no pude resistir la tentación de visitar el CERN y conocer algo más sobre la búsqueda de las redes invisibles que sostienen el universo. A veces, las formas necesitan más que ser una declaración estética; deben resonar con las leyes de la física, tal como los científicos del CERN intentan desvelar las estructuras fundamentales que sostienen nuestro mundo. De manera similar, en arquitectura, las estructuras más eficientes son aquellas que trabajan en armonía con las fuerzas naturales que las rodean. Candela e Isler comprendieron esta realidad a la perfección.
 
Fotografías: Cortesía del autor



















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