Marcos Betanzos* @MBetanzos
Es uno de los espacios más representativos del país, quizá el más democrático con todo lo que esto significa e implica. Un sitio digno de estudio por la forma en que cada persona lo hace propio, lo transforma y encuentra en él una voz amplificada que por visible llega a escucharse y a sentirse. Describo de esta manera el espacio duro, público e intermitente en usos y funciones, que configura el centro político de la Ciudad de México, articulación abierta entre el Palacio Nacional, la jefatura de gobierno del Distrito Federal y la Catedral Metropolitana. La Plaza de la Constitución.
Comúnmente llamado “El Zócalo”, este espacio es referencia de todos y visita obligada por diversos aspectos: su interesante historia, sus transformaciones y el grado de identificación que tenemos con ese lugar que oscila entre lo ritual y la fiesta; el conocimiento y el manifiesto; el grito y la plática silente; reloj de sol y escenario para el ornamento marcial: condensación pura de lo ilegal exigiendo su consumo. También museo o pista de hielo…

Muestra clara de la afirmación de Agustín Hernández que señala que los mexicanos, “somos herederos de dos culturas con diferente concepción del espacio: el urbanismo cósmico prehispánico y la mística conquistadora del espacio interior”, basta ver alrededor para constatarlo. Y esto es sólo algo de lo que se puede decir en estas líneas, nunca habrá espacio suficiente para dar referencias mayores, ni de su simbolismo ni de sus significados.

Por ello, es necesario hacer mención que el pasado 19 de marzo, cumplió 200 años de ser la Plaza de la Constitución, nombre dado en honor a la proclamación de la Carta Magna de Cádiz, la primera que rigió en México y en la cual está presente la consagración del principio de igualdad entre españoles y americanos.

Documento que en su artículo primero estableció que “la nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. Documento que indica que sin distinción de razas, castas o fortunas, se definen españoles a todos los nacidos y avecindados en los dominios de las Españas. Y aún más importante resulta su artículo 13 donde señala que, “el objeto del gobierno es la felicidad de la nación y el bienestar de los individuos que la componen”. ¿Alguien sabrá qué significa esto?

Conviene pero sobre todo es necesario saberlo. Entender este gran espacio como espejo de toda convivencia social e interacción pública, reflejo de una sociedad, sus anhelos e incluso sus placebos. ¿Qué significa a poco más de 200 años esta plaza para nosotros? No puede ser que sólo sea un escenario más en el catálogo de nuestro país. Veamos su evolución y replanteemos la respuesta.






*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente.
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