Recientemente Josep María Montaner escribió en el diario El País una columna donde rescata el título del libro póstumo del inglés Martin Pawley (1938-2000) The Strange Death of Architectural Criticism, lo hace porque enfatiza una de las sentencias del documento que afirman sin complacencias que “la crítica de arquitectura, tan influyente hace pocas décadas, hoy tiene un papel irrelevante”.
Lo hace Montaner, también para verse en el espejo y reflexionar sobre lo hecho en su territorio y desde su campo de acción, no sin manifestar su oposición y señalar que nota el desinterés recurrente por la teoría. “La crítica y la historia la han escrito los mismos protagonistas, que se incluyen a sí mismos en sus escritos, como Oriol Bohigas o Helio Piñón; algo que sería inadmisible en otros campos artísticos”.
Portada del libro de Martin Pawley
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Cuando lo leí intenté contextualizar en el ámbito local su argumentación y supe inmediatamente que era imposible, puesto que la acción de criticar parece disimularse eficazmente entre el paisaje colmado de descalificación, ignorancia o complacencia, eso sí con una gama de matices que podría hipnotizar o sorprender a cualquiera, incluido el más cauto e incrédulo.
Las razones son varias pero intentaré abordar dos temas que han salido a flote de forma constante en un reciente ciclo de actividades que realizó la Facultad de Arquitectura de la UNAM a través de su Seminario de Área de Teoría, Historia e Investigación dirigido por el arquitecto Armando Carranco quién convocó a personajes como Gustavo López Padilla, Wonne Ickx, José Allard, el Dr. Arq. José Antonio Terán Bonilla, y Antonio Toca.
Dr. José Antonio Terán Bonilla en conferencia. FA.UNAM |
Comenzaré a ponerle nombre a las cosas: el primero de los dos factores mencionados, es la ignorancia; el segundo, la complacencia. En el caso del primero el conflicto tiene raíz en la carencia de un objetivo real, definido y claro. Es decir, se cree equivocadamente que la crítica de arquitectura implica –por obviedad- a priori la descalificación del trabajo de otros, lo que resume y produce una postura basada en juicios subjetivos y no en el ejercicio de la contextualización holística de un objeto arquitectónico o su postulado ideológico o trascendencia histórica.
José Allard, Armando Carranco y Wonne Ickx sobre la importancia de la teoría y la historia en la práctica arquitectónica. |
Además, con frecuencia se recurre a confundir, teoría, historia y crítica de la arquitectura. Así lo manifestaron los estudiantes presentes en las diversas sesiones: un grupo nutrido que sorprendió no sólo por su número sino por su bien cimentado interés en lo que se discutía. ¿La razón? –Se dijo- radica en cierta medida en el hecho de que desde las aulas no se fomenta el ejercicio y el compromiso de analizar el fenómeno arquitectónico en cualquiera de sus escalas o campos de influencia, por el contrario se definen estrategias para resumir principios estéticos o describir cualidades evidentes.
Se ataca la forma, nunca se vislumbra el fondo. Se fomenta la discusión pero no el debate. Se argumenta casi siempre desde el presente y nunca revisando un poco del pasado. Imaginar que el pensamiento tiene influencia sobre la práctica profesional parece entonces, una postura inocente.
Se pretende cuestionar ¿Por qué? No sólo describir… |
Lo anterior explica bien, la razón, origen, y segura permanencia del segundo tema (la complacencia), una actitud tan cómoda y natural como el desviar la mirada cuando algo nos incomoda o nos deslumbra. Todos quieren calzar las botas que hoy lustran, aspiran a pisotear con la misma fuerza que los pisoteó. Aún hay mucho por hacer… ni duda cabe.
Josep María Montaner frente al espejo. Ciudad de México. 2011
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