Fuera del centro, aún hay algo (1era. Parte)

Por: Marcos Betanzos* @MBetanzos

“Las cosas han cambiado. Ahora la mayoría de las casas son comercios, aunque algunas que han perdurado a través de los años como el Casino Francés, sigo yendo a comer ahí”.Leopoldo Rubio. Abogado

De pie ante el templo Expiatorio de Guadalajara, un local se acerca hacía mí y me pregunta de dónde vengo. Después de contestarle y mencionar que vine a ver algunas obras arquitectónicas en la ciudad me responde sorprendido: “¿Ustedes, los de la ciudad de México todavía vienen aquí a ver arquitectura? ¿Para qué? Si el 60% de lo que era patrimonio hoy está destruido o totalmente transformado. No puedo negar lo que me dice, no sé que responder y se escucha solamente un mesurado “Sí, todavía”. Hace unas horas atestigüé su argumento, en gran medida es cierto.


Templo Expiatorio (1897-1972) proyectado por
Adamo Boari y terminado por Ignacio Díaz Morales.

Guadalajara, es una ciudad que aparece en las menciones de la tercia más importante del país, que se nombra ante el tradicional viaje turístico y por todo tipo de cliché inmediato: Mariachi y Tequila; pero hay que decirlo, no es sólo eso. Guadalajara en términos arquitectónicos fue el territorio de la exploración inicial de Luis Barragán, Ignacio Díaz Morales, Pedro Castellanos Lambley, Rafel Urzúa, Aurelio Aceves, y otros pocos del mismo espíritu y talento aunque quizá con menos proyección.

Placa contemporánea con información de la Casa Quiñones (1930)de Pedro Castellanos conservada en excelente estado.

Son otros tiempos.

De todos es sabido que fue Luis Barragán y sus definitorios viajes a Estados Unidos pero sobre todo a Europa quien regresaría para influir el trabajo de sus contemporáneos con los gestos formales y espaciales que iniciaron una relación nunca disuelta con la luz y el paisaje, esto último influencia directa de Ferdinand Bac. 


Sus primeras obras –sobra decirlo- están en este territorio: La casa González Luna (1928), Robles Castillo (1928), Casa Cristo (1929), Casa Franco (1929), y muchas otras muestras de arquitectura que dieron forma al regionalismo tapatío que se abrió paso ante el estilo Porfiriano que proliferó a finales del siglo XIX y se mantuvo hasta inicios del siglo XX con evidente influencia francesa.

Interior en la cocina de la casa Quiñones.

Interior casa Quiñones

Parte de lo que se generó intento resumirlo aquí: Díaz Morales realizó en 1934 la Casa Elosúa (demolida en 2011) y en 1935 la Casa Trinidad Ochoa que corrió con la misma suerte para recibir a una institución bancaria; Pedro Castellanos concretó la Casa Quiñones (1930), Privada del Torreón y posteriormente la Casa Rébora (1934) todas aun de pie, la primera con extraordinaria dignidad. Mientras que Rafael Urzúa proyectó el Chalet Farah (1936) que se puede visitarse con previa cita.


Escalera Casa González Luna realizada por
Luis Barragán en 1928, hoy Casa Iteso Calvigero

Placa con palabras del Arq. Antonio Toca en el jardín de Casa Iteso Clavigero.

Lo que logró Barragán y sus compañeros de época fue en mayor medida consolidar la síntesis entre arquitectura local y la influencia de la arquitectura andaluza del Mediterráneo en un interesante periodo y más allá de él porque sus lecciones nunca concluyeron. Entregaron obras extraordinarias que fueron motivo de inspiración para generaciones futuras, las cuales en algunos casos entendieron bien y llevaron a otro nivel la propuesta; en otros –la mayoría- se observa la réplica superficial de fórmulas ya exploradas.


Pórtico de la Casa Franco Ildefonso Franco realizada por
Luis Barragán en 1929 con una clara influencia árabe.

Casa Aldrete de Juan Legarreta (1930)

Hoy estas casas exigen más que el cuidado y la conservación adecuada, piden el reconocimiento y valoración de todos los ciudadanos porque es verdad que ambos procesos antes mencionados en primera instancia, no vienen nunca desde la ignorancia. Es cierto que la ciudad está cambiando, los usos, su escala y evidentemente comienzan a perderse muchas casas que tienen seguro destino entre el abandono y la indiferencia de quienes pretenden “hacer algo mejor” sin recurrir a la historia de lo construido. ¿Será esto posible?


En primer plano la casa Rébora de Pedro Castellanos (1934),
al fondo el Hotel Lafayette de Federico González Gortazar ubicado
donde existió la casa Martínez Rivas de Ignacio Diaz Morales (1943).

Fachada y escalera (Privada del Torreón)

Detalle de puerta del conjunto
Privada del Torreón de Pedro Castellanos 1935.

*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente.

Fotos: cortesía Marcos Betanzos

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