Este restaurante ubicado en Polanco, en
la Ciudad de México, presenta un interiorismo y función que estuvieron 100% delimitados
por la arquitectura original de la residencia que alberga al establecimiento y
es una digna representante de la corriente “californiana” o neobarroca
característica de esta zona en los inicios del siglo pasado.
Al estar situada frente a un parque y
contar con un espacio abierto perimetral, el local goza de agradables vistas
hacia el exterior las cuales son explotadas al máximo al contar con varias
terrazas en diferentes niveles. Sin embargo, 75% del área útil para comensales
se encuentra en estas terrazas, por lo cual fue un reto convertirlas en
espacios confortables, ya que en la ciudad llueve de forma vertiginosa más de
la mitad del año y tuvieron el propósito de no crear elementos fijos en el
exterior que obstaculizaran la vista de la fachada ni de los ornamentos de
cantera que hay en ella.
Es por esto que se optó por generar una
especie de “juego de carpas” a diferentes alturas y de formas orgánicas, que
brindan sombra, protegen al comensal y permiten el paso del aire sin perder la
elegancia de la casa ni descuidar las vistas, gracias a la vegetación,
mobiliario y acabados que crean un ambiente fresco.
En el interior, se aprovecha el sótano
como cocina, lo cual permitió destinar por completo los 4 salones restantes en
planta baja como área para comensales, salón privado, recepción y bar. Cada
salón tiene un estilo y función únicos, marcado por los tapices, luminarias y
mobiliario, pero combinando bien en conjunto.
Las tonalidades verdes destacan
en cada espacio entre los múltiples acentos de color —como en un jardín— ya que
la intención fue traer un poco de la vivacidad del parque al interior del
restaurante para que ambos se mimeticen.
Fotografía: Arturo Limón
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