“…la estrategia debe encaminarse a dejar de ser oasis de espacio público de calidad en el desierto urbano. El verdadero éxito del programa* provocaría el tránsito de estos sitios de ser excepcionales a convertirse en la regla, y con ello mejorar la manera en que se viven las ciudades mexicanas.”
León
Staines Díaz
*Refiriéndose
al Programa de Mejoramiento Urbano de la SEDATU
En
una época donde las prisas han inundado casi la totalidad de la actividad
humana, la construcción de la ciudad no ha sido la excepción en esta cultura de
la rapidez en la ejecución de todo. El acelerado crecimiento de nuestras urbes
sobrepasa los tiempos de toda planeación, las decisiones deben tomarse de
manera acelerada tratando de estar dentro de los cortos tiempos que hoy nos dicta
nuestro actuar diario. Incluso el soporte para la vida comunitaria de nuestras
ciudades, la obra pública, no se salva de estos tiempos extremadamente cortos
de ejecución ya que está supeditada a períodos sexenales o trienales desde su
concepción hasta su primer día de uso por los ciudadanos. Buscando economizar
tiempo para poder desarrollar más obras los gobiernos y los actores involucrados
fueron reduciendo los tiempos destinados para la ejecución del proyecto
arquitectónico y en algunos casos éste ha sido prácticamente eliminado, integrándolo
al proceso de construcción. La arquitectura y el arquitecto desaparecieron poco
a poco de la escena y sólo hemos sido tomados en cuenta para la obra
emblemática de las ciudades por razones que nada tienen que ver con nuestro
verdadero papel en la sociedad.
Así
pasamos a ser un país donde a mediados del siglo XX la arquitectura de calidad
era protagonista en la construcción de hospitales, bibliotecas, escuelas y
demás edificios y espacios públicos para la vida comunitaria, a terminar
teniendo en nuestras ciudades construcciones de carácter público “grises”,
similares en todas la ciudades del país, desvinculadas de su contexto, sin
resolver plenamente las necesidades de los ciudadanos que las utilizan, y sin
la más mínima calidad arquitectónica que podría darnos un proyecto bien
planeado. Éstas en el mejor de los casos han sido diseñadas con muy poco tiempo
dentro de las dependencias gubernamentales por personal que debe ocupar su
tiempo en gestionar y coordinar decenas de obras en ejecución, por lo que
dedican muy poca atención al diseño limitándose a acomodar de cualquier manera
un listado de espacios bajo un tope presupuestal y una superficie de
construcción. El resultado: cajas blancas con ventanas sin sentido, el nombre
del lugar rotulado sobre la puerta y una enorme placa de bronce anunciando el
día de inauguración con el nombre del gobernante en turno.
Además
los colegios de arquitectos, que son los organismos que deberían defender
nuestra profesión y velar por que no se hubiera perdido la participación de los
arquitectos en la obra pública, no han hecho la labor de mantenernos vigentes en
este rubro, ya que en lugar de vigilar las modificaciones a la ley de obra
pública, participar en la formulación de programas de inversión de obra, estar
presente en la planeación de las carteras de proyectos a desarrollar y
mantenernos en capacitación sobre cómo debemos estar preparados técnicamente
para enfrentar éstos, se han dedicado a cualquier otra cosa que poco tiene que
ver con esto.
Ante
este panorama desalentador dos casos recientes deben ser visibilizados y
tomados como punto de partida para reivindicar la participación del arquitecto
en la obra pública nacional. Me refiero a lo que sucede a nivel local en el
municipio del área conurbada de Monterrey: San Pedro Garza García y a nivel
federal con el Programa de Mejoramiento Urbano de la SEDATU. Ambos, con el gran
tema del tiempo encima, se han dado a la tarea de incluir a la buena
arquitectura como motor de cambio y como eje central de sus programas para
aportar beneficios a la comunidad donde se interviene. Hoy, luego de dos años se
pueden ver resultados muy favorables y sorprendentes ya que no hablamos de una
obra emblemática diseñada por un arquitecto de fama, sino de todo un sistema de
proyectos desarrollados por un colectivo de profesionales que han dado una gran
respuesta con la calidad arquitectónica de los mismos.
San
Pedro Garza García, el espacio público como eje central.
Hace
más de dos años -siendo Alexandre Lenoir presidente del capítulo Monterrey de la
Academia Nacional de Arquitectura y quien esto escribe del Colegio de
Arquitectos de Nuevo León respectivamente- lanzamos un video dirigido a los candidatos a
alcaldes con diez puntos a tomar en cuenta para mejorar nuestras ciudades donde
la calidad arquitectónica de la obra pública debía tomar relevancia. Una vez
que Miguel Treviño de Hoyos fue electo alcalde de San Pedro nos recibió en su
casa de campaña para escuchar con detenimiento nuestra propuesta y ya que tomó posesión fuimos llamados por su Secretaría de Obras Públicas, Yadira Medina, para escucharnos nuevamente y explicarnos un programa de inversión en obras para el municipio sin precedente que incluía bibliotecas, centros comunitarios, guarderías, espacios deportivos, parques, plazas, banquetas, y otros donde había considerado la participación del gremio en la planeación de estos.
En
un municipio con 125 mil habitantes los cuales poseen 250 mil automóviles el
alcalde tomó el reto de tener como eje rector la mejora del espacio público
para invitar al ciudadano a caminar y utilizar la ciudad a pie, además definió
que todo el municipio debía tener la misma calidad de obra sin importar la
condición social de sus habitantes. Tuvo muy claro que para lograr ese espacio
público de calidad debía dar un cierto tiempo al desarrollo del proyecto y
realizarlo con profesionales que aportaran ideas innovadoras y propositivas que
fueran más allá del simple acto de construir; con esto su equipo de la
Secretaria de Obras Públicas se volvió más eficiente ya que se dedicó íntegramente a la labor gerencial y de coordinación de los proyectos.
Programa
de Mejoramiento Urbano de la SEDATU
la arquitectura como vehículo de
transformación social.
“El Programa de Mejoramiento Urbano … es la apuesta por una nueva política de infraestructura social, con su objetivo de obra pública de buena calidad, con diseño acorde a la región que se interviene y con impacto a gran escala, siempre actuando en lo local."Román Meyer Falcón
El
caso a nivel federal es sumamente interesante y relevante para la arquitectura,
al tener un impacto nacional y estar enfocado a atender comunidades con mayores
rezagos en materia de obra pública y por ende con infinidad de problemas
sociales. El titular de la dependencia, arquitecto de profesión, Román Meyer
Falcón, se ha dado a la tarea de involucrar a sus colegas, que junto a su equipo
de coordinación de proyectos y obras, acciones sociales y activación
comunitaria han dado forma ya a más de 450 obras en distintas regiones del
país.
Por
años, en las ciudades de nuestro México se han dado las condiciones para
existan comunidades en sus periferias desprovistas de infraestructura básica,
equipamiento urbano y espacio público a las cuales, si bien les iba, se invertía
un poco en la pavimentación de las calles, se acomodaban juegos prefabricados
sin sentido en un terreno llano al cual además se le construía un cuarto básico
que tenía la intención de ser equipamiento pero en la mayoría de los casos
permanece sin uso. El Programa de Mejoramiento Urbano se enfoca precisamente en
corregir esas carencias en aquellas comunidades con condiciones de
habitabilidad precaria, a donde la infraestructura y el equipamiento urbano no
ha llegado. Esto mediante un proceso complejo y muy completo que va del
diagnóstico de la problemática hasta el apoyo a las comunidades para la
activación de sus nuevos espacios públicos.
En
un país acostumbrado a que la obra pública realizada con recursos y programas
federales se hiciera de cualquier manera, donde la calidad de diseño nunca fue
importante, resulta muy significativa la gran variedad y diversidad de
proyectos con sellos muy distintivos cada uno. Si revisamos el primer catálogo
de proyectos “La Transformación de México desde sus Ciudades” (*link al catálogo) en las
intervenciones ahí publicadas podemos ver materiales de la región, reutilización
de edificaciones existentes re dignificadas, cubiertas novedosas y bien
diseñadas en espacios deportivos, atención al diseño de paisaje, una visible
integración al contexto y un adecuado diálogo entre los proyectos de una misma
comunidad. Este es un interesante documento que muestra centros de desarrollo
comunitario, mercados, polideportivos, casas de la cultura, guarderías,
escuelas, parques, jardines, banquetas y calles, plazas cívicas, centros de
salud, teatros, entre muchas tipologías más donde es visible la mano de los
profesionales de la arquitectura. El rezago es enorme, así que hay mucho
trabajo por hacer a fin de paliar las desigualdades usando la arquitectura como
herramienta para la transformación.
Podemos
partir de estos dos ejemplos para que, en conjunto arquitectos y dependencias
encargadas de la ejecución hagan que se convierta en la regla y deje de ser la
excepción. La participación de nuestra disciplina es indispensable en la
construcción de nuestras ciudades y estas dos entidades de gobierno lo tienen claro, por lo que debemos buscar incentivar a otras dependencias a que se apoyen
en nuestra profesión para el desarrollo de su proyectos, tenemos que buscar
mecanismos para aumentar la participación de los arquitectos y trabajar
directamente en la reforma de las leyes que hagan que esto se convierta en la
manera de realizar la obra pública que el país requiere. Sobre todo,
enfocándonos en atender la falta de
infraestructura pública en las zonas más vulnerables de nuestras ciudades.
Fotografías:
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