La Visual de...El Imperio contraataca

De Paseo del Emperador (1864) a Paseo Imperial (1867), después a Calzada Degollado, Calzada de Chapultepec y finalmente a Paseo de la Reforma (1872)

Por Marcos Betanzos @MBetanzos
El peso histórico de la más emblemática avenida del país se encuentra en la sobreposición de momentos, escenas, objetos, acontecimientos históricos coincidentes y hasta anacrónicos que pretendieron construir (consolidar, ilustrar o representar…) su vocación patriótica, un espíritu colectivo de orgullo nacional y de paso, alcanzar el ideal de obtener así, la avenida más bella de México con su reconocida influencia parisina.


En el paseo, que contaba con un trayecto original de apenas 3 kilómetros 460 metros y que poco a poco se fue alargando hasta alcanzar más de 14 al día de hoy, la posibilidad de transformación a nivel urbana o arquitectónica ha sido una constante, la idea del cambio rige su historia, se impone repetidamente. No es fortuito que desde el siglo XIX se imaginara construir en ella, la Fuente de la Paz; se planeara como escenario para albergar la Exposición Internacional Mexicana y llegando al siglo XX, Carlos Obregón Santacilia, Juan Sordo, pero sobre todo Mario Pani fueran agentes motivadores de cambios significativos con los que se ganaron la animadversión de medios informativos y vecinos inconformes que ya se cobijaban en el argumento baladí de la supuesta amenaza para dicha avenida que representaba su arquitectura y sus propuestas de transformación de la ciudad. 

Para esos años –no está de más decirlo- mucho ya se había destruido; lo nuevo sumó, amplió el espectro de su valor patrimonial, narró otra etapa de la historia pero sobre todo, consumó la idea de Mauricio Tenorio al afirmar que “la historia dejó de ser libro, para poder habitarse”.





A décadas de distancia y a siglos de haberse concebido este paseo, la anécdota vuelve a ser la misma: vecinos inconformes elevan su voz ante la supuesta amenaza que representan la inserción de un sistema de transporte colectivo en los carriles laterales de la vía, el Metrobús y el proyecto de la Línea 7 (que conectará la Glorieta de Petróleos con Indios Verdes en 15 kilómetros de recorrido y 30 estaciones) es ahora el pretexto por el cual vecinos de Polanco y Las lomas de Chapultepec, argumentan un supuesto daño a la imagen histórica. No puedo dejar de pensar que ese dicho es sólo una causa falsa, un motor de defensa inválido donde –como es común- el interés personal se disfraza a modo de bien común.





En una ciudad tan conflictiva en términos de movilidad, el transporte público masivo no es un lujo, no es una excentricidad y tampoco puede ser una ocurrencia. A esos vecinos inconformes que se alarman por la posible reducción de carriles vehiculares, habrá que decirles que los propietarios de autos siguen siendo minoría, que el argumento de la defensa de la imagen histórica es no sólo ambigua sino ridícula (una ciudad no puede ser un escenario de contemplación, no es una pieza de museo) y sobre todo, que ese paseo merece concebir una nueva aportación urbana convirtiéndose en una vialidad ejemplar por su flexibilidad, mezcla de usos y la inclusión de sistemas de transporte sobre ella: alcanzar el equilibrio entre lo público y lo privado. 

Es simple: la amenaza real para muchos de los que se oponen es que en el futuro próximo, el Paseo de la Reforma sea totalmente peatonal. ¡Qué horror! ¡Que regrese el Imperio y sus carruajes!






A las autoridades habrá que exigirles cautela, calidad, planeación, y garantías en la conservación del espíritu de tal avenida. Sobre la imagen histórica: ¿A qué etapa de la historia de esta ciudad, de este país y de ese paseo se referirían quienes se oponen? La historia dice que los liberales le arrebataron a los restos del Imperio, la hoy emblemática y más importante avenida del País, y hasta lo hicieron cambiar de nombre. Si recurren a la historia los conservadores, también fracasarán sus argumentos de defensa.

Esperemos su contraataque.





Fotografías Cortesía Metrobus

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