El color bien aplicado con una intensidad de luz precisa, en un momento determinado, ¡produce belleza!
Mi pasión por el color comenzó desde que era muy pequeña. Crecí en un fraccionamiento diseñado por Luis Barragán, muy cerca de la famosa Fuente de los Amantes, donde pase hermosos momentos jugueteando. Tendría unos tres o cuatro años cuando comprendí que ese lugar tenía una magia especial, en gran medida, por el uso de color.
En mi niñez era habitual hacer visitas a museos, frecuentar galerías y exposiciones en las que, hasta la fecha, me cautivan el color y la forma en que es empleado y aplicado. La sorpresa y la emoción que generaba en mí todavía la experimento frente a ciertas obras.
Recuerdo con nostalgia las excursiones con mi madre para ir a comprar telas. Para mí eran ocasiones muy especiales que me producían un gran placer. La posibilidad de recorrer estos espacios saturados de lienzos multicolores eran la oportunidad ideal de soñar y de diseñar en mi imaginación. Mi mamá es una excelente costurera y, cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas, nos cosía lindas prendas diseñadas por ella con una que otra intervención nuestra.
Muchas referencias de mi infancia están relacionadas a un color y a ciertos matices de un espacio.
La casa de mis abuelos es para mí un lugar entrañable donde viví momentos realmente especiales. Tantas comidas, navidades, fiestas, posadas, despedidas… Era una casa grande en tres plantas donde jugué en cada rinconcito, pero tengo particularmente presente el comedor: un espacio amplio con mucha luz, que con el paso de los años se fue modificando para que la numerosa familia pudiera reunirse en el mismo lugar.
Había dos mesas de comedor, una redonda de fierro pintada en verde patinado y una rectangular con extensión que era de madera entintada en verde deslavado; eran dos tonos de verde y dos materiales distintos. Era un espacio de encuentros con la familia que en mi memoria es “verde”.
Lo curioso es que mis hermanos y mis primos evocan del mismo sitio otras cosas: los manteles y las servilletas de lino almidonadas, o la deliciosa y elaborada comida que nos ofrecían, o el hecho de que siempre se servía primero a las mujeres, o los saleros de cristal con sus palitas de madera; en general son otros los recuerdo que guardan de esas reuniones. Para mí, son los colores los que le dan el enfoque a la remembranza de esos momentos.
El color enriquece cualquier diseño. He experimentado en innumerables ocasiones, con gran satisfacción, la realidad de transformar un espacio empleando el color.
Las posibilidades de combinaciones son infinitas; la forma de descubrir qué funciona, qué nos gusta o qué se ve bien, es probar una y otra vez hasta que nos agrade y enamore el resultado.
Descubrir cómo el color tiene la capacidad de transformar objetos y espacios, cambiando la percepción que teníamos de ellos, es verdaderamente fascinante y apasionante.
Me considero afortunada de ser mexicana y estoy muy orgullosa de la policromía de nuestro hermoso país.
¡Hasta la próxima!
Descubrir cómo el color tiene la capacidad de transformar objetos y espacios, cambiando la percepción que teníamos de ellos, es verdaderamente fascinante y apasionante.
Me considero afortunada de ser mexicana y estoy muy orgullosa de la policromía de nuestro hermoso país.
¡Hasta la próxima!
Fotografías: cortesía Mariangel Coghlan
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