La Visual de...

Cuestión de moldes


Por: Marcos Betanzos @MBetanzos
“Un día queriéndole vender casas a la Secretaría de Seguridad Pública, el secretario me dijo que si le podía hacer unas casas en las Islas Marías, le dije que sí y ahora estamos construyendo unas casas y una cárcel”, declaró en una ocasión Eustaquio De Nicolás Gutiérrez, presidente de Grupo Homex.

Corría el año 2008, la peor crisis financiera en 60 años surcaba el territorio nacional con indiferencia: la crisis hipotecaria de Estados Unidos como detonador dañó severamente el sector vivienda haciéndolo caer 2.5 veces más que el resto de la economía, según cifras de la Sociedad Hipotecaria Federal. La maquinaria de las casas nuevas (o esa unidad de negocio que recibe tal nombre) simplemente no resistió más: cayó 76.4 por ciento.

Ante el escenario adverso, los siempre visionarios empresarios de la industria de la vivienda encontraron, quizá por su talento o ese fino olfato para detectar el negocio más rentable, una nueva opción, una oportunidad para incursionar en un mercado muy atractivo con grandes rendimientos, era el turno de desarrollar centros penitenciarios. En juego había 18 centros de readaptación social que serían concesionados a la iniciativa privada por 20 años, cinco de ellos ya están en proceso de construcción.

La cita con la cual abrí este texto deja ver cuáles eran las reglas del juego: así nomás llegó la petición casual y la respuesta comprometida, el instrumento de un jugoso acuerdo de beneficios discrecionales. Esa lectura doy a la declaración que el presidente de Homex realizó durante el sexto Seminario de Periodismo Económico, impulsado por el Consejo para el Desarrollo de Sinaloa realizado en diciembre de 2009.

El negocio pronto expandió su aroma, llegó a seducir no sólo a Homex, también a ICA y otras empresas pertenecientes a personajes como Carlos Slim, Olegario Vázquez Raña o Hank González. Siguiendo la inercia del sexenio calderonista pronto vieron la forma de hacerse de proyectos por aquí y por allá. Con la promesa de incrementar y mejorar el sistema penitenciario en México, de pronto muchas de las empresas especialistas en vivienda estaban ya haciendo lo que han llamado la segunda morada social, la de condena y readaptación social.  

¿Y qué similitudes comparte el hacer un desarrollo de vivienda con una cárcel? Aparentemente la lógica dice que ninguna o muy pocas. Se habla de dos temas distintos en esencia, pero para Eustaquio De Nicolás Gutiérrez, no hay mucha diferencia, se trata sólo de adaptar el molde y eso es probable que tampoco sea necesario.

Así lo explicaba De Nicolás Gutiérrez en una entrevista para El Universal: “…nos dimos cuenta de que con nuestros mismos moldes con los que construíamos las casas, podíamos construir las cárceles. Si te fijas, filosofando, una casa y una cárcel es una morada. Son menos acabados, más concreto acabado, pero el concepto es lo mismo y no tuvimos que comprar una pala más para construir las cárceles”.

Así, alejándonos de metáforas desafortunadas y llamados filosóficos, los empresarios vieron más similitudes que oposiciones: encontraron rentable llevar el mismo sistema constructivo -con todos los vicios ya conocidos y que en el caso de las cárceles habrá que esperar a ver-, la misma tecnología y quizá hasta la misma dinámica de diseño.

Y sí, sus cárceles se parecen demasiado a sus desarrollos de vivienda, tanto que parece ser un negocio a dos fases: primero, consolidan un grupo poblacional aislado de la vida comunitaria que promueve vínculos sociales y oportunidades dignas de desarrollo, que finalmente delinquirá con mayor facilidad y después, llenar con ese recurso humano las nuevas sedes penitenciarias para justificar su creación, las cuales requieren en promedio de 3 mil 500 a cinco mil millones de pesos cada una.

Mi desconfianza me delata. Si los empresarios hicieran esto a propósito sería el crimen –o el negocio- perfecto. Si todas las similitudes son meramente accidentales, sorprenden. Aunque pensándolo como actos tan cercanos producto de un siniestro proceso, aterrorizan. Y pensándolo así, ¿qué interés real puede existir para que las condiciones sociales y de calidad de vida en los desarrollos de vivienda mejoren?

Ese visionario giro que salvó a esas grandes empresas involucradas en el sector de la vivienda deja entrever con qué cualidades se diseña una y otra tipología. También deja claro que los flamantes empresarios de la vivienda poseen un olfato distinto o al menos uno muy certero cuando de seguir el camino del beneficio económico se trata.

En el país, según datos del INEGI y la SSP, se encarcelan a 209 personas por cada 100 mil, ya veremos si esta cifra no se incrementa. Ojalá comience a romperse el molde porque mientras no sea así, está en manos de ellos, dos temas fundamentales para el país: la vivienda y la reinserción social. Y ya son visibles las consecuencias del manejo del primero.


Fotografías: 
1.-Tomada de sinfronterasnews.com
2.-Tomada de animalpolitico.com
3.-Tomada de animalpolitico.com (ESPECIAL)
4.-Tomada de CNHD
5.-Casa abandonada en Mexicali tomada de linderonorte.wordpress.com 
6.-Vivienda de interés social en Tijuana tomada del blog de la Universidad de Palermo.

Marcos Betanzos* (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista Domus México, América Central y el Caribe. 

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