La Visual De... Buena noticia

Hemos transitado a lo largo de meses de información superficial, días de atención específica y algunas horas de preocupación genuina. La contingencia que vivimos ha dividido nuestra vida en formas abstractas y manías obsesivas que van siguiendo con pasmo la matemática de la catástrofe. Nuestra vida también marcha en círculos por monitores y parece estar en manos de la bifurcación por permanecer dentro o estar afuera. Sin embargo, es primavera.


Niaid/Planet Pix via Zuma Press/ Cordon Press
Por Marcos Betanzos @MBetanzos

Si algo existe en un lugar, existirá en todos.
- Czeslaw Milosz

Nuestro encierro privilegiado nos puede hacer ver que algunas cosas no cambian o no cambiarán, aunque la gravedad del momento se intensifique. En la aritmética de la tragedia queda claro que no hay enemigo pequeño para la ciudad, los más vulnerables magnificarán sus pérdidas. El espacio que construimos colectivamente y que aceptamos como lugar común nos ha excluido. Un nuevo virus, el SARS-CoV-2 ha logrado que todo aquello que establecimos como cotidiano hoy adquiera un tono amenazante. Los espacios donde trascurría nuestra vida se vuelven tan frágiles que parece que habitábamos una fantasía. Regresar a vivir desde el espacio interior nos recuerda la importancia de la relación entre el lugar y la persona.



Arquitectura Viva


Sin embargo, pocas cosas nos indican que tal relación haya sido contemplada en las últimas décadas y cuando sucede, debemos reconocer que, desde nuestra profesión, el acceso a una “buena arquitectura” que tome por regla aspectos como la orientación y la ventilación es un lujo extraordinario, el privilegio de unos cuantos. El tema de la orientación o la ventilación –por poner un ejemplo- no sólo es proyectual, esta cualidad de los espacios que habitamos o consideración (de diseño) está vinculada profundamente al contexto desde el cual nos refugiamos, la ciudad que nos pertenece a todos, pero por separado. La ciudad que hoy nos regala imágenes anacrónicas. Escenarios inverosímiles. Hoy más que nunca somos tan antiguos que vale la pena cuestionar.


EFE/David Becker


¿Cómo funciona en aislamiento el lugar donde habitamos? ¿Cómo funciona la vida en el lugar que disponemos para el refugio? ¿El espacio es realmente el universo habitable donde encontramos ese bien vivir o aquel del cual huimos día a día para refugiarnos entre la colectividad de la rutina? ¿Cuántas ventanas más necesitamos en ese lugar que nos contiene y enmarca otro día sin que el tiempo pase?.


© Marcos Betanzos


Colmados de gadgets nos damos cuenta que el peligro resulta un poco menos divertido en compañía. El temor por el otro nos hace sentir más vulnerables pero solo si podemos ver al otro, desde nuestro espacio interior, desde nuestro (privilegiado) refugio nos imposibilitamos a ver a los demás, y no desaparecen, solo se van cerrando puertas y ventanas que nos hacen sentirnos un poco más seguros. Cuando cerramos los ojos, la ciudad que va quedando sola nos recuerda que algo sucede allá afuera. Es primavera.


© Marcos Betanzos


© Marcos Betanzos


*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y profesor de cátedra en el Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe y Estado de México. Becario FONCA 2012-2013, integrante de FUNDAMENTAL, taller de arquitectura, paisaje y urbanismo.

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