La Visual de...Compartir un sueño

Antonio M. Olivera forma parte de la dispersa construcción del mito mazatleco. Un cocinero, un viajero, un visionario atípico que, a través de un sueño gastronómico cimentado en la posibilidad de brindar una alberca a sus visitantes, construyó sin pretenderlo, el mensaje más potente del espacio público para el centro histórico de la ciudad, vigente a más de un siglo de distancia


Colectivo Urbano 
Por Marcos Betanzos @MBetanzos
La leyenda urbana narra hasta la fecha, el modo en que un restaurante en Lisboa lo inspiró a concebir un lugar similar con una alberca que pudiera nutrirse de las aguas saladas del mar bajo una palapa. La palapa soñada se convirtió al tiempo en un emblemático restaurante que reunió desde 1915 y a lo largo de 42 años a distinguidos personajes de la política, las artes y la vida bohemia nacional. Antonio M. Olivera murió en 1954 y la historia de la famosa carpa se fue con el viento de los huracanes en dos capítulos tristes para la ciudad. La primera en 1957 y la última en 1975 cuando el huracán Olivia golpeó de nueva cuenta a Mazatlán.






Convertida en ruinas de concreto y madera, el lugar donde muchas de las familias se reunían para convivir y aprender a nadar se fue quedando en el abandono. Un intento en 2004 por recuperarla fracasó debilitando la inercia de reactivar el sitio, incrementando también la desconfianza en sus pobladores de ver de nueva cuenta parte de la belleza de ese lugar histórico. Sin embargo, la ausencia –también la magia de la decepción- fortaleció su valor en la memoria colectiva. El mito de la Carpa Olivera exigía su renacimiento.


Colectivo Urbano 


En 2014 la vocación colectiva de este espacio fantasma convocó a un grupo de personas que buscaron en la historia local la posibilidad de dignificar este lugar. La gestión encontró campo fértil y nació un proyecto de 722 m2 que retomaría los escombros para replantear con la misma naturaleza un espacio público que detonaría con un gesto lúdico la posibilidad de equilibrar su uso en función de la población local y no solo de la actividad turística.



Autor Desconocido 


Brindarse con la ruina hacia el mar y resignificar este sitio que articula el centro histórico, el malecón y la línea histórica de la identidad local ha sido uno de los aciertos materializados por el equipo Colectivo urbano integrado por Jacqueline Meixueiro, Roberto Díaz, Javier Hidalgo, Emilio Castañón, Erick Pérez y David Escobar. ¿El resultado? Un espacio sorprendente, apropiado por los locales, visitado por quienes conocieron su abandono años atrás, hoy dinámico día y noche, sin tregua.



Marcos Betanzos 


En pleno funcionamiento, convertido en el punto de encuentro de muchísimas familias, el paso del tiempo comienza acusar su triunfo rotundo. De forma paralela sale a superficie cierta indiferencia por preservarlo y mantenerlo con el rigor que exige (y merecen) quienes ahí pueden contar un fragmento de su historia de vida.



Marcos Betanzos 


Alguien no ha observado que la posibilidad más grande de esta obra no es ni su escala ni su relevancia icónica, sino su potencial para replicarse y amplificar de manera sistémica lo mejor que posee: un mensaje clarísimo de convivencia en un lugar donde convergen todos los tiempos, todas las clases y toda la historia de una ciudad extraordinaria. La invitación de compartir un sueño.



Marcos Betanzos 





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