De Portada: Recorriendo la nueva sede del Museo Whitney por Renzo Piano

Años de madurez, técnica impecable y un proyecto arriesgado crean la nueva máquina para el arte en el Meat Packing District de Manhattan

 


 
 
Por Lorenzo Díaz @lorenzodiaz
Enfrentar un edificio y emitir un juicio no es tarea fácil, requiere de cierto valor reducir a unas líneas lo que llevó años planear. Sin embargo eso es lo que pasa día con día, esa es la manera en la que un edificio se incorpora a la ciudad, a través de los amores y desamores de los usuarios y ciudadanos que lo viven, en las cortas e inexpertas sentencias que la visita provoca en ellos.

Este año se estrenó la nueva sede del Whitney Museum en el corazón del Meat Packing District en Manhattan. Gertrude Vanderbilt  Whitney, estoy seguro, nunca imaginó lo que pudimos visitar este verano, estaría complacida. El trabajo que llevó a la construcción y apertura de este museo no fue fácil, por años se buscó ampliar la prestigiada sede del Upper East diseñada por Breuer.  




Varios intentaron encontrarle la cuadratura al círculo, incluso Piano trabajó un par de años en el proyecto. Fue sólo después de varios acercamientos que se decidió mover la sede y ésta encontró su lugar en esta área de Manhattan que sufre una impresionante metamorfosis a la que esta nueva construcción aportara esteroides puros.





Admiro el trabajo de Piano, quien es un constructor de verdaderas “máquinas para habitar”. Hijo de constructores y oriundo de una ciudad donde hace siglos se construyen “palacios flotantes” las soluciones de Piano siempre han sido de alto diseño y gran ingeniería. 




Recorrer sus edificios siempre significa incorporarse a las entrañas de un artefacto estudiado y diseñado para cumplir funciones muy específicas. La cantidad de soluciones técnicas y de concepciones  tecnológicas ad hoc es siempre abrumador. El RPBW (Renzo Piano Building Workshop) es la síntesis de la capacidad que tiene este arquitecto de nuestros tiempos de formar equipos extraordinarios.




Todas las descripciones que se encuentran sobre este edificio hacen un primer énfasis de cómo esta nueva sede del museo está “levantada del suelo” y completamente abierta a la calle. Si bien esto es cierto en comparación con la sede anterior, la realidad no es tan poética, o al menos no resulta una solución tan literal. Es cierto que cuenta con un ingreso, un vestíbulo y unas áreas comunes dedicadas a restaurante y tienda muy abiertas, pero de ahí a que el edificio esté separado del suelo y que este totalmente abierto hay una gran distancia.



 
El edificio es tan abierto como lo puede ser un museo al lado de un río en una ciudad con el clima de Nueva York y es tan transparente como lo puede ser un lugar donde hay que formar colas para pagar el ingreso, subir al elevador, pagar en la tienda o esperar una mesa en la cafetería. Digamos pues que un gran lobby alberga las colas e ingresos a las funciones públicas del museo, dista de ser una plaza pública como la intención de Piano seguramente la soñó.




Sobre el famoso nivel de calle el museo cuenta dos cuerpos principales y una estructura de terrazas adosada. Los cuerpos se desarrollan verticalmente conteniendo uno las salas de exhibición y otro todos los espacios reservados al personal del museo. Ambos espacios son la razón de ser de la nueva sede, así como hacían falta espacios modernos para contener las cada vez más grandes y diversas obras de arte, urgía tener más y mejores espacios para las oficinas y centros de trabajo para curadores, museógrafos y demás personal administrativo de la fundación.




Piano se da el lujo de darle a cada nivel una altura y características diferentes creando así una excelente variedad de situaciones para montar un sinfín de posibilidades. El nivel superior cuenta con luz cenital proveniente del norte, el intermedio es completamente ciego al exterior y el inferior, además de contar con dos grandes ventanales que dejan entrar la ciudad a las salas tiene una fantástica altura. Un sistema modular proporciona todas las instalaciones técnicas  y un claro sin soportes crea salas modernas, sencillas y con una gran visión de futuro.




Se eligió una circulación vertical entre las salas que depende mayormente de tres ascensores, hay además una gran número de escaleras de las cuales sólo dos son accesibles al público. Es aquí, en donde a mi juicio el edificio falla un poco. Si bien los elevadores parecieran una solución interesante la realidad es otra. Obviamente rompen por completo el ritmo de la visita individual, es notorio como (aparte de las personas que necesitan de ayuda para desplazarse) los visitantes optan por las escaleras.


 

Unas espectaculares pero angustiantes y limitadas escaleras permiten hacer el primer recorrido del nivel calle a la primera sala (una friolera del equivalente a seis pisos normales), pero ahí terminan, las tres salas están comunicadas por unas escaleras cuya intención evidentemente era hacerlas de servicio, alternativas pues. Estas resultan ser el flujo principal con todos los problemas que obviamente tienen.  Más allá del equipamiento de emergencia aparente y la poca estudiada estética de peldaño y barandales son angostas y están confinadas con puertas antifuego pesadas que se azotan atrás de cada visitante. Realmente frustrante.




El elemento más arriesgado, espectacular y acertado es la estructura adosada de terrazas. Unas generosísimas terrazas amplían enormemente el área expositiva haciendo el espacio ideal para piezas escultóricas.  




A las terrazas se puede llegar desde el interior de cada sala logrando dar un respiro en todos los niveles. Estas a su vez se encuentran intercomunicadas por una serie de escaleras ligeras y transparentes que llegan a ser balcones creando unas muy interesantes situaciones de vértigo total. El clima seguramente no permite usar éstas una gran parte del año, pero esos días que se puede hacen que el edificio se incorpore con la ciudad de una manera poética.


 

Esta gigantesca máquina para el arte logra ser magnifica en la medida que dialoga elegantemente con su entorno, barco dicen algunos, fábrica dicen otros. Técnica, moderna y de una ejecución casi impecable la nueva sede para el Museo Whitney es sin duda una obra maestra. El trabajo de un gran arquitecto, su equipo y un increíble cliente.
















 





 

 



 





 

Fotografías por Lorenzo Díaz 

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