Juan Herreros, la ciudad de las consecuencias

Una charla de arquitectura y de ciudad. Una plática que cuestiona nuestra visión de urbe



Por Lorenzo Díaz (@lorenzodiaz) y Eugenia González (@eugeniagg)
Hace apenas unos días, en ocasión de su visita a la Ciudad de México con motivo de la inauguración de su muestra en el Museo Franz Mayer, tuvimos la oportunidad de platicar con el arquitecto Juan Herreros. Completamente envuelto en el frenesí de la ciudad y apasionado hasta la médula de lo que su oficio representa, la charla fue intensa y llena de contundentes conceptos.

Para Juan el oficio de arquitecto significa un enorme compromiso y dedica cada respiro de su vida a construir su arquitectura y a estudiar y profundizar en el tema hasta donde sea posible.

 “Nos interesa participar en proyectos que puedan incidir en la vida cotidiana de las personas”

Y es que el fenómeno social que la arquitectura significa es lo que mueve al estudio Herreros, el entender la ciudad y sus mecanismos, el incorporar a otras disciplinas. Para Juan el arquitecto no es ni enigmático ni el gran creador que todo resuelve, en cambio cree en un jugador en equipo que logra sintetizar lo complejo en sencillo, lo complicado en entendible, incluyendo a todos los participantes posibles.

“No son edificios nuevos en solares vacios lo que la ciudad necesita, sino preferiblemente intervenciones sobre fragmentos de ciudad, más o menos consolidados que por alguna razón necesitan una segunda oportunidad”




Y es así que ve las intervenciones en las ciudades con gran historia como la nuestra, entendiendo que la complejidad de una ciudad que cuenta cientos de años, con una población enorme y una diversidad casi infinita, reclama mucha atención e inteligencia.

 “Es más importante trabajar sobre la redescripción, la redignificación, sobre los tejidos que se han quedado que seguir ampliando, creciendo, a golpe de autopista la ciudad”

Lamentando, al declarar esto, las oportunidades constantemente perdidas en aras del supuesto progreso y crecimiento ciegamente estereotipado en el pensamiento común de los políticos poco comprometidos. Herreros ve las oportunidades reales para la arquitectura del nuevo milenio en la  redefinición de nuestras ciudades. Para Juan el sueño modernista de crear ciudades a partir de la nada está muerto y desafortunadamente sigue causando enormes daños a la planeación urbana contemporánea.

“La cuestión digamos del tamaño de las ciudades es insoslayable, las diferentes variables que la constituyen a partir de ciertas dimensiones se convierten en algo inmanejable. Quizá por eso habría que pensar muy, muy seriamente cuál es el modelo de ciudad de México que se quiere”

Y es aquí que nuestra plática aterriza en la ciudad de México, a la que conoce ya hace más de una década, y en la que espera poder trabajar en un futuro no muy lejano. Con la visión que la distancia le permite tener se cuestiona sobre el modelo que nuestra ciudad debería seguir, sobre la ciudad que mejor nos convendría. Sin tener una respuesta certera se consiente cuestionar nuestra falta de acuerdos y se imagina una situación donde todos podemos dejar a un lado nuestros intereses secundarios y por un momento proponernos un modelo donde todos ganemos. Se antoja urgente.

“¿Vamos a seguir haciendo infraestructuras que atraviesan toda la ciudad, que conecta todo con todo, que en cierto modo estimulan los recorridos larguísimos de los coches, de los sistemas de transporte y de las personas… o creemos que podríamos acabar generando un conjunto de ciudades lo suficientemente autónomas y completas que no necesiten una de otras?”

Y sin titubear lanza una pregunta al aire que, a la vez que sintetiza la esencia de las absurdas vías que proponemos como futuro, propone una hipótesis ya a escala humana, contundente.

“Sin duda la carga de los sistemas de movilidad es exagerada porque precisamente un fraccionamiento sería deseable es lo único que no se manifiesta y quizá tenemos que poner en crisis algunos conceptos. El exceso de conectividad puede atrofiar un mecanismo como este. Tal vez habría que construir en lugar de sistemas de comunicación sistemas de fragmentación. Quizá esa discusión sea la importante”











Frase tras frase dibuja, así en el marco de una conversación, una cantidad rica y clara de cuestionamientos que imaginan una ciudad diferente. Tal vez libre de compromisos y seguramente sin la ceguera de taller que nos da el vivir en una ciudad en la que crecimos Juan nos deja pensando.

“El tema de los segundos pisos habría que medirlo en dos direcciones ¿A quién beneficia? y ¿Qué efectos secundarios positivos generan? Vamos a suponer que conectan… ¿es eso todo lo que exigir a los segundos pisos?

Y cuando lanza esta pregunta sobre los segundos pisos nos deja de una pieza y es que sencillamente no nos hacemos este tipo de preguntas. ¿Cuáles son los efectos que queremos que nuestra arquitectura, la que construye nuestra ciudad, tengan? ¿Los buscamos o los aguantamos?








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