Después de la tormenta no llega la calma



Por: Marcos Betanzos*  @MBetanzos
Ante la tragedia que acontece debido al arribo simultáneo de los meteoros Ingrid y Manuel en diversos estados de la república, es muy sencillo (para instituciones, personas o personajes) demostrar espanto e inclusive un poco de preocupación genuina. Siempre he creído que esto es lo fácil y quizá es, el resultado de un acto de culpa y de una somera revisión de conciencia. Frente a la emergencia se hacen visibles la incapacidad de las autoridades para actuar en el campo de la prevención y de la sociedad para respetar todas las reglas que deben de vigilarse de manera colectiva.

Los problemas (como indicaba Jorge Volpi) se mantienen como llagas abiertas de una sociedad herida que a la menor provocación dejan ver la profundidad de ciertas contrariedades que nunca antes parecen existir, todo se revela ante la tragedia: la falta de planeación urbana o el respeto a los planes de desarrollo vigentes, el clientelismo político que acusan asentamientos irregulares establecidos históricamente en zonas de riesgo, la credibilidad de las instituciones ante una sociedad que las ningunea sistemáticamente, la falta de coordinación para actuar de forma precisa, la burocracia enemiga de las soluciones expeditas y otros muchos aspectos que tocan el terreno de las historias de corrupción, negligencia y lucros desmedidos. Algo que parece ser una constante y que siempre garantiza un resultado similar, el desastre.

La solidaridad que nos caracteriza ante la crisis es ya famosa y reconocida a nivel mundial (se debe aplaudir, no se puede dudar en sumarse a la causa, pero también debe cuestionarse). Con tales manifestaciones de unión y buena voluntad por extender la ayuda necesaria da tiempo para preguntarse si esta actitud es la única que nos exime de tantas otras que también podrían ser colectivas y representativas de nuestra sociedad para contrarrestar las omisiones que cimentan esa vorágine de problemas presentes en la fatalidad.

 
AFP Photo Pedro PARDO

Ya se ha dicho -aquí y allá- que los fenómenos naturales, son inevitables, pero el grado de sus consecuencias no puede dejar de relacionarse con diversos factores que se han perdido de la óptica de todos quienes padecemos directa o indirectamente el impacto de la tragedia y, de quienes tienen la responsabilidad de aminorar o prevenirla. Esto no terminará una vez que todos (turistas y visitantes del puerto de Acapulco, por ejemplo) regresen a sus casas, pobladores que lo han perdido todo tendrán que recorrer los caminos de la incertidumbre para tener claro cuál será de nueva cuenta su destino y si es que serán visibles para la estrategia oficial de rescate.

Así, mientras para algunos esto será sólo parte del anecdotario de un fin de semana de pesadilla para otros es la consolidación de un futuro totalmente incierto que quizá se quede en espera de respuestas. Respuestas de fondo, no sólo paliativos mediáticos.

 
AFP STR

El problema de fondo subsististe y crece. ¿O acaso por vez primera nos estamos asomando a una realidad que va más allá de las Zona Diamante de Acapulco? ¿Acaso es la primera vez que las vías de comunicación terrestre ven menguada su calidad constructiva y ponen en tela de juicio su operación y mantenimiento? ¿Cuántas veces veremos cómo la “astucia” del vecino hace valer su estupidez al hacer uso de la tragedia para obtener un beneficio particular y ufanarse de ello?

Problema de autoridades pero también de la sociedad gobernada: asunto pendiente el de ganar conciencia y mantener la congruencia antes de pisar los terrenos del canibalismo que incluyen las opiniones, las acciones y la resolución de diferencias históricas entre ciudadanos de primera y los otros (la pavorosa brecha social dice Volpi).

 
AP Bernandino Hernández

A 28 años del sismo de 1985 aún quedan varias lecciones por aprender y muchas de ellas no tienen nada que ver con la actuación inmediata en el momento de crisis sino con un verdadero trabajo de prevención que sin él, de tiempo en tiempo estaremos presenciando las mismas imágenes que ridiculizan las “estrategias” de un sistema de gobierno que parece descubrir con sorpresa cómo se manifiestan problemas que un día decidieron ignorar u observar como fuente de enriquecimiento político. La limitada capacidad (en todo sentido) de atender estos desastres que se llevan más que pérdidas económicas. 28 años después, ¿qué hemos aprendido?

 
Cuartoscuro

 
Laura Reyes CNN México

*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente. Becario del Sistema Nacional de Jóvenes Creadores FONCA 2012-2013 en la disciplina de Diseño Arquitectónico.

Fotografías: Pedro Pardo, AFP STR, Bernardino Hernández, Cuartoscuro y Laura Reyes

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Temas

Archivo