El Príncipe Marinero



Por: Gerardo Cantú
La vida no siempre logra enaltecer todas las facetas de un personaje, simplemente es casi imposible empatar de manera delicada y elocuentes gustos, aficiones, vocaciones y actividades. Pocos gobernantes procuran la tierra de manera visionaria y futurista dando lugar al por qué estético, en este caso es fácil percibir la influencia necesaria o la añoranza de los espacios acomodados en la antigua Europa.


 
En lo personal, no encuentro demasiado eco dentro de mi afición botánica a la vida como gobernante de nuestro auspiciado personaje Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena. Lo que realmente impresiona de nuestro gobernante en aquellos tiempos es que recibió una educación privilegiada junto a su hermano mayor Francisco José, anunciando un programa arduo de aprendizaje, él hablaba alemán, inglés, francés, húngaro, italiano, portugués y español, además de griego y latín. 

Estudió derecho constitucional, historia, economía, geografía, arquitectura, dibujo, literatura, ciencias naturales y las ciencias relativas a la guerra. A él le complacía que le llamaran “El Príncipe Marinero”. En el 57, impulsó un viaje científico alrededor del mundo, el cual duro 2 años a bordo de su fragata preferida “Novara”.

Ese viaje marcó el deseo conservacionista botánico que lo guió a lo largo de su vida, entre Europa y México, recolectó especies las cuales reprodujo y mantuvo eficazmente para adornar algunos de sus diseños. “Miramar” su castillo y obra más importante en Europa, ese castillo lo definió como arquitecto paisajista de vocación natural.

El castillo en Trieste se encuentra adornado de manera ordenada por palmeras, clavo y cedros entre otras muchas especies. De igual modo, Maximiliano realizó diversas obras arquitectónicas en Europa, aún y cuando siempre tenía a su lado la firma de un arquitecto de renombre, era como aquel cliente que corrige el diseño de un arquitecto sustituyendo su imaginación y aprovechando solo el fino trazo técnico y preciso.

 
Jadín Miramare

Maximiliano empezó a trabajar con el paisajista Wilhelm Knechtelen 1859, trabajo con él en Lacroma, posteriormente como segundo en Miramar, a lado del jardinero de la corte Antón Jelinek. Pero es cuando el archiduque aceptó ocupar el trono mexicano, nombró a Knechtel jardinero de la corte, quien para entonces contaba con cinco años de experiencia a lado de Maximiliano. La fragata Novara de nuevo zarpó, esta vez con un rumbo fijo a Veracruz; con un tiempo estimado de tránsito de 52 días. 

El joven paisajista y el emperador con dotes de botánico, aprovecharon el viaje para iniciar los apuntes de lo que más tarde sería la obra “Los apuntes manuscritos de mis impresiones y experiencias personales en México”. Dicha obra aparte de relatar vastas anécdotas, incluyen abundantes datos sobre la vegetación y climas de México, también cuenta la historia de las plantas que el emperador enviaba con tanto cariño desde Chapultepec a Miramar.

La importancia de los textos de Knechtel radica en que a través de sus páginas resalta el gusto y la pasión que Maximiliano tenía sobre la arquitectura y la jardinería. Humboldt y su obra (Ensayo político del Reino de la Nueva España) inspiraron a Maximiliano y a Carlota para decidir y tomar el mando en las remodelaciones correspondientes al castillo de Chapultepec y sus jardines, a lado de Knechtel. A su llegada, decidieron transformar las obras en un espacio ostentoso y basto con bosques de sauces y ahuehuetes, plantas exóticas, aromáticas y rosas mostraron la magnificencia y la atracción que el emperador sentía al encantar un colibrí en sus aposentos.


Otro textos enriquecerán la concepción urbana de paisaje en los cuales Maximiliano a lado de Knechtelquienes, dejaron una inigualable huella de lo que hoy conservamos en los jardines de Chapultepec, la Calzada del Emperador, el Jardín Borda en Cuernavaca y también la casa Olindo en Acapatzingo. Knechtel se enamoró de México y decidió renunciar a su nacionalidad austriaca en 1866, obviamente apoyado por su supremo amigo naturalizándole mexicano, posterior a esto el emperador y su sueño morirían fusilados a manos del soberbio pincel de Manet…


Manet - El fusilamiento de Maximiliano 1867

 
Miramare

Fotografía: cortesía de Gerardo Cantú

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